lunes, 1 de febrero de 2010

Con ESPERANZA ORTEGA... ¿el miércoles 10 de febrero?


Queridos devoradores de páginas: Esperanza Ortega, la autora de nuestro próximo libro, se brinda a venir al encuentro con nosotros. Pero habría de ser el MIÉRCOLES 10 en lugar del martes 9 y a la hora de costumbre. Ella habría de volverse a Valladolid en un transporte público a las 22'30. Le he dicho que antes de confirmarlo todo he de consultar si más o menos todos podemos aceptar ese cambio (ella el martes 9 no puede bajo ningún concepto). Otra cuestión: ¿os importa que le paguemos el viaje ida-vuelta, aunque sea de manera 'retrospectiva'? Parece poco elegante que yo se lo diga. Pero ¡qué menos! Aunque si preferís, ponemos una cantidad para hacerle un detalle (ay, de eso os encargáis los de la División de las Relaciones Públicas!).
En fin, lo importante ahora es que decidáis si trasladamos la sesión a ese día. En caso de que nos quedásemos "en cuadro", ya le hago saber que celebramos sin ella la sesión lectora del Martes y más adelante, cuando pueda, ya habrá fecha para vernos con ella.
¡Corre prisa, termitas de palabras!
Abrazos.

martes, 15 de diciembre de 2009

ACTA de la 10ª REUNIÓN / 'FIRMIN', de SAM SAVAGE



TEMPORADA II

-SESIÓN PRIMERA-

FIRMIN, de Sam Savage

10 de noviembre. 2009

La inauguración de la segunda temporada fue discreta. Media entrada en la plaza. Tiempo desapacible. Y –según se oyó en el mentidero- ganado irregular para la faena. Al final, claro, división de opiniones pero sin estridencias. Permitid, pues, que esta crónica no pase tampoco de una faena de aliño.

Abrió Bernardino citando de lejos con un comentario al término “rejileto”. “Eso me sirve de excusa para saber si la habéis leído o no”, dijo ladino.

Félix: “Lo siento pero se me atravesó. La dejé a la mitad. Y reconozco que hay humor, ironía, cinismo… Lo que queráis. Pero me aburrió mucho, en especial las descripciones… Repetitivo”.

Raúl confirma el sentir de Félix. “La leí por obediencia. Y porque me gusta entrar a escarbar en la etimología de las palabras. Por ahí me mantuve. Pero sí, es repetitivo. Y las referencias, desconocidas para mí, me lo ponían aún más distante todo”.

Carlos Matilla es más piadoso. La primera parte, sí se le sostiene en pie. Precisamente las descripciones: el asunto de la familia; el relato de los espejos… Pero a partir de un cierto momento, ya se me hace más pesada. “Salvaría el episodio final con Ginger Rogers (“secuencia poética”, dice Carlos) y la relación de la rata con el escritor extravagante”.

Marián parte de la importancia que tiene la cita inicial –luego insistiría más sobre ello- que da sentido a la novela. Le conmueve la incapacidad de Firmin para la comunicación, lo que le provoca “tristeza lectora” (¡un nuevo síndrome para el catálogo actual!) hasta el punto de identificarse ella misma con la rata. Marián lo dijo exactamente así: “También los libros pasaban por mí pero no yo por los libros; solo ahora me doy verdadera cuenta de esto”. Y lo relaciona asimismo con El Quijote, con esa ilusión que él se crea de lo que es la vida, a través de sus numerosas y mal asimiladas lecturas. Destaca cómo todo parece desembocar en esa sentencia final que Ginger dice a Firmin cuando la rata se manifiesta descreída: “No creo en nada”. “Crees en ser una rata”.

Marijose va un poco más allá. Sí, le ha agradado. Sobre todo el principio y el final. “Es libro de aprendizaje, para sacar conclusiones. Un libro de iniciación”.

Raúl, de corifeo, añade este dato: “No es nada optimista” Y todos en tromba minúscula de murmullos: “No…no.. qué va… qué va…”).

(En el tendido se empiezan a ver pañuelos blancos de reproche…)

Antonio Toribios lo estructura con más contundencia: Sostiene que es una fábula apocalíptica en la que todo se desmorona, de ahí la presencia de lo contracultural. En ella la identidad de la rata funcionaría como un símbolo de soledad extrema. “Simboliza lo subterráneo, lo que anda por donde no anda nadie, lo que vive entre los detritus…. Un ser que, en suma, vive en su interior y se alimenta de literatura”. Toribios concluye que es la descripción interior del propio autor.

A Tomás le pareció agradable. “Unan novela amable, de entreacto entre otras lecturas”. Destaca mucho la buenísima traducción de Ramón Buenaventura. Y al hilo de Toribios, está de acuerdo en que hay una identificación entre la rata (animal inmundo por excelencia) y el lector, una especie en extinción –“como nosotros mismo aquí, en esta penumbra catacumbal d ela biblioteca”-. También se detiene en esa similitud entre lo que hace la rata -“leer y comer lo que lee”- y la desaparición que se augura frecuentemente al universo del libro. Toda una lección de ironía y desolación. Por otro lado, se fija también en la tradición de libros de animales en otras literaturas, lo que acaso nos lo haga aquí más lejano. “¿Y no pensasteis en algún momento en Charing Cross? (y todos a coro. “Claro, claro… pero…”).

Marián repara en algo más sutil: ”¿Os fijasteis? Norman deja de ser denominado así a partir del intento de envenenamiento. Pasa entonces a figurar por el apellido”.

Manuel Arias se permite una evocación personal en color sepia: “me recuerda a mis libreros de antaño, allá en mi juventud (la mirada se le empezó a poner esponjosa y alguien acudió a darle un quite emocional antes de que hubiera aún más humedad en el ambiente). Más en serio, Manuel habla con largueza de la soledad del escritor, así retratada como fondo del libro

Yolanda es de las que se apunta a esa irregularidad de la novela. “Hasta la mitad, promete algo.. Pero luego..”.

(Más pañuelos blancos menudean en el tendido)

Vuelve a intervenir Bernardino. “Tampoco yo diré nada. De lo que no gusta, mejor callar. Pero puestos a hablar de novelas de animales –digámoslo así-, me quedo con Memorias de una vaca, de Atxaga. Aun así, hay hallazgos de palabras, seguramente mantenidos en la gran traducción que se hace de esta novela; por ejemplo, sé ya que hay ‘ratas’ y ‘ratos’... Y Bernardino volvió al sabio mutismo.

Raúl salvaría más de la mitad de la novela. Y vuelve a hacer valer las palabras (Raúl es un etimólogo apasionado, ¿saben?) además de ese sentimiento que trasciende el mundo de los ratones, “un pesimismo humano, no de rata”.

Tomás intenta convencer de ciertos valores que ha visto, que le han servido: “No me digáis que al menos hay un punto de vista muy trabajado –el de la rata, su estatura difícil para contar cuanto ve-“, y hace notar asimismo esa dosificación calculada del narrador a la hora de ir presentando las circunstancias: el lugar, el tiempo, el contexto de su nacimiento... A la concurrencia no parece entusiasmarle este laico apostolado.

Marián, esa repostera tutiplén, habla –naturalmente- de ese afán por comerse los libros sin digerirlos. Y ve en ello la imagen del lector que se atraca sin orden ni calma... Antonio Toribios toma el hilo para volver a plantear un posible sesgo autobiográfico y hace una cata en el fenómeno de las dedicatorias de los libros. Insiste: “me parece desolador”.

Este tribunal pregunta finalmente a Félix por su intención. “Decidme, buen lector, ¿tras esta sesión inquisitiva acabaréis el libro al menos”. Félix se niega en redondo y se lleva a la boca uno de los caprichos reposteros que hay sobre la mesa. Eso bastó para suponer que ya lo había dicho todo.

Se alude a otras lecturas cercanas: Sin noticias de Gurb, de E. Mendoza, y hasta Moby Dick, traída a colación por vericuetos inescrutables.

A Choni la novela le gustó, le pareció divertida. Y así terminamos con buen sabor de boca la sesión. ¡Gracias, Choni!

En el ambiente flotaba una duda. ¿Qué habría dicho nuestra querida Loly? Allá donde estés, oh, lectora admirable, lee esta novela de animales y grita con nosotros, pañuelo rojo al cuello y camisa blanca: ¡¡¡VIVA SAN FIRMIN!!”!

PRÓXIMA LECTURA EL DÍA 1 DE DICIEMBRE:

EL ÚLTIMO ENCUENTRO, DE SÁNDOR MÁRAI

martes, 24 de noviembre de 2009

Miércoles, 25 de Noviembre: Encuentro con JUAN CARLOS MESTRE, Premio Nacional de Poesía 2009


Por si el olvido pasó de un manotazo bruto sus pinceles por vuestra cabeza... Mañana siete y media STOP, Casa Roja, STOP viene Mestre STOP Preparar vuestra munición de preguntas STOP Y STOP Y STOP

~ ~ ~

PALABRAS DE JUAN CARLOS MESTRE SOBRE LA POESÍA
(...) Un joven poeta inglés, el inmenso John Keats, hermano espiritual de nuestro romántico Enrique Gil y Carrasco, en respuesta a un amigo que le preguntó qué era para él un poeta, respondió: poeta es aquella persona que en presencia de otro se considerará siempre su igual, sea este el rey o el más pobre del clan de los mendigos. Eso ha sido y es Antonio Pereira, un narrador excepcional, un poeta que ha escrito poemas conmovedores, el hombre en el que se cumple al máximo aquella sentencia de Pound según la cual, es imposible escribir un buen poema si no se es antes una mejor persona.

A Tonino Guerra, el genial guionista de Federico Fellini, le escuché decir que el poeta es quien se quita el sombrero ante un cerezo en flor. A Nicanor Parra que era un bailarín al borde del abismo. No podría nombrar a tantos para quienes un libro de poemas es un una caja de herramientas al servicio de la conciencia de los hombres. La poesía que cura las heridas producidas a la dignidad por los gritones dogmáticos. Con razón la palabra dignidad suele provocar risa sobre todo en aquellos que no la tienen. Todo verdadero poeta, pensaba Unamuno, es un hereje, y el hereje es el que se atiene a postceptos y no a preceptos, a resultados y no a premisas, a creaciones, o sea poemas, y no a decretos, o sea dogmas. No ha importado la burla de la publicidad vergonzosa del mundo, no ha importado la calumnia del silencio, Lorca conocía la única vocal que tienen los animalitos en su vocabulario, y habló por y para las multitudes; Gonzalo Rojas vivió en el exilio de los renegados pero abrió a cada torturado un camino a las estrellas. Soñar sigue siendo es el oficio del poeta.

(en Villafranca del Bierzo, junio de 2008)

lunes, 8 de junio de 2009

¿Nos vamos de cena el día 19?

Mensaje 1:
Queridos contertulios, por aquí hay voces que proponen organizar una cena de despedida del curso. Escribidnos para saber quiénes estáis dispuestos y disponibles para el evento y qué semana de junio o qué día os vendría mejor. Saludos a todos mientras esperamos noticias.

Mensaje 2:
Hola, de nuevo
A la vista de los mensajes enviados en respuesta a la convocatoria gastronómica, proponemos celebrar la susodicha cena el martes 16. Rogamos enviéis mensajes de confirmación para que sepamos cuanto antes quiénes vais a ir y así hacer la reserva con tiempo.
Besos a todos y todas

ACTA de la 9ª REUNIÓN /TRIBUTO A ANTONIO PEREIRA

[Retrato de Antonio Pereira, por la profesora Encarnación Campesino,
del IES Juan del Enzina, León]


SESIÓN NOVENA

TRIBUTO A ANTONIO PEREIRA

Martes, 12 de mayo

Comenzamos la sesión como menos suponíamos cuando la inventamos, hace unas cuantas semanas: sin la presencia del propio Pereira que “por problemas de agenda”, como dijo alguien con socarronería prestada del maestro berciano, no pudo asistir. Tampoco asistieron Albina, Ana, Carlos Matilla, Cholo, Eduardo, Gloria, Isabel, Loli, Lourdes, María José, Nemesio, Ricardo y Yolanda. ¿Deserción en masa? ¿Pánico desmesurado ante la gripe porcina? ¿Reclamo atávico del sol y su tirón primaveral? ¡Y quién lo sabe…!
En el “Haber”, hay que reseñar una novedad: la incorporación de Isabel Martínez. Bienvenida, Isabel.
En lo tocante a la intendencia, es de resaltar la calidad de unas pastas de nata hechas por Marian (“a pistola”, precisó ella, y la cosa nos dejó todavía más descompuestos. “Cocinar a pistola”… nunca se nos había ocurrido) y unas rosquillas –también raciales- que Emma puso a ojos vista del personal. Tanta masa suculenta nos comprometía a no pronunciar apenas la letra “f” so pena de sulfatar al compañero /-a de al lado. Y así comenzó todo...

Se pidió a voleo una semblanza inicial de Pereira. Antonio Toribios –haciendo honor al apellido- tomó al toro por los cuernos y se refirió a la encantadora manera de ser del narrador: cercano, ocurrente, capaz de hacer chascarrillo de cualquier cosa... tal como sucede con sus narraciones, donde el argumento se adelgaza en favor de otra cosa que acaba dominando lo relatado. Todo lo ilustra Antonio Toribios recordando una narración –la del examen de reválida, en Cuentos de la Cábila- donde parece que sucede eso mismo: el alevín de escritor termina por irse por las ramas y no obedecer la petición d euna redacción sobre la catedral. Bien traído a cuento, querido Antonio!
En definitiva –prosigue Toribios- “mantiene siempre un aire de principiante, asombrado de mirar lo que ve; eso es lo importante por encima de saber si dice la verdad o si lo inventa todo”. Toma la palabra Bernardino, que recuerda la ocasión en que se le llevó a su instituto (“Padre Isla”); lo describe como una experiencia deliciosa. Cautivó con su lectura, su manera de afrontar el coloquio... Hechizo general entre el alumnado, entregado a la liturgia grave de esa manera de leer… Al final, Bernardino comenta que el escritor les llamó aparte a los organizadores y les dijo:
- Tenéis que confesar que los teníais aleccionados. Y al negarlo ellos: “Me dais qué pensar... si por ahí se dice que son unos bárbaros...”. En resumen, Pereira los había dejado embelesados. Eso era todo.
Manuel recuerda charlas amenísimas, en especial una de una comida que compartieron –“arroz con bogavante”, precisó Manuel con brillos retrospectivos aún en los ojos…- tras otra lectura suya en nuestro IES “Giner”, donde por cierto Pereira leyó ante un auditorio ruidoso que abarrotaba la sala. “Esos sí eran bárbaros”, dijo alguien. En un momento determinado, Pereira se encaró con un muchacho que hablaba y no paraba: “Oye, galán...¿a qué me c... en tu abuela?”.
El testimonio de Isabel, recién incorporada al Club, fue precioso. Por un azar, Pereira compartió habitación de hospital con un familiar de ella y eso le permitió tratarlo de cerca ese tiempo. “Era elegante y con un ojo clínico especial y fulminante para calibrar a las personas”, eso recuerda Isabel. “¿Y las despedidas? -prosigue Isabel-; miraba a su mujer y le espetaba: -Úrsula, mantente casta y pura. Y hasta mañana”. La cosa fue a más cuando Isabel le hizo saber que su marido poseía una ferretería, negocio de los antepasados de Pereira. Y entonces él se emocionó y recitó de memoria un poema alusivo (Isabel nos lo lee en voz alta). Alude asimismo a su interés por la gracia de las palabras, ante las que podía quedar pasmado. Lo ilustra Isabel con la anécdota que se contó en aquella habitación de hospital sobre un hecho rural. Cuando alguien la relata y repite esta expresión: “¡Tienes el pensamiento ambulante!”, dirigido a una muchacha soñolienta, parece ser que Pereira se sobresaltó e hizo repetir la expresión varias veces, asombrado del hallazgo. El gracejo zumbón de Pereira… Tomás recuerda cómo se despedía habitualmente en las reuniones: “Úrsula, vamos, hija –decía a su esposa- que ya es tarde y en la cama siempre hay algo que hacer”.

Cambiamos de tercio para hablar de los valores de su prosa y elegir vada quién lo mejor de lo leído. Pero Bernardino nos sorprende a todos, resistiendo en los terrenos de lo poético y haciendo ver esta perla. “A mí es que de los narradores lo que más me gusta es la poesía” (Marian recibe la boutade con risas). Ya en serio, Marian confiesa que no lo conocía y que ha sido una sorpresa muy agradable, en especial el retrato que hace de los habitantes de esa zona especial suya, El Bierzo, y elige el cuento “La bicicleta del coadjutor” como narración preferida. Tomás define su prosa como “poco habitual... plisadita y primorosa lo justo, llena de soluciones coloquiales, heredera de la tradición celta, como el gran Cunqueiro... y, sin embargo, su manera de narrar es tremendamente moderna, a mí me recuerda esa mezcla de lo oral y lo redactado a los narradores norteamericanos”. Por otro lado, se habla de que, en efecto, su medida idónea es el relato.
Bernardino incide en algo que a sus ojos distingue bien la prosa de Pereira. “Ofrece dos, tres datos y parece invitar al lector a rellenar por su cuenta lo demás: “allá te las compongas”, dice. Alude a “El apodo” y a “Picassos en el desván” para mostrarlo. Su voz, ‘marca de la casa’ es muy distintiva: irónica, suave, sugerente siempre.
Toribios añade algo más: “los giros coloquiales de Pereira, tan locales y tan expresivos.... ( Y cita algunos: “Era loco por la fiesta”, “pajarín”…) que llenan de sabor local sus narraciones. “Lirismo y Humor”, prosigue Toribios
Manuel vuelve a incidir en esa duda que acaba por despistar al lector sobre la verdad o la fábula de lo que se cuenta. Tomás lee un largo fragmento de “Palabras, palabras para una rusa” a fin de certificar todo lo que se está poniendo en el tapete (lirismo, humor, suavidad de tono, importancia de la palabra hablada, aun en la sustancia del relato...).
Emma se asombró con la dosis de exactitud de “Beltrán”, un relato de autobuses que le recordó tal cual lo que su abuelo le habría contado a ella. Raúl nos pregunta si no se nos parece a Sanpedro [¡pero Carmen entendió San Pedro, y como, en efecto, Pereira tenía ese halo de santo varón piadoso, hubo una divertida confusión que enseguida se resolvió!] Bernardino se adhiere a esa semejanza entre ambos escritores: “Tienen fragilidad aparente..., hasta que se ponen a hablar”.
¿Y Graciela? Graciela tampoco había leído a Pereira aunque un libro suyo dormitaba hacía tiempo en camisón [sic] en algún lugar de su casa. “Fue una sorpresa muy agradable... Me sorprendía a mí misma riéndome al terminar de leer algún relato...”.
La suavidad de Pereira, aduce Toribios, llega a saber usar una escatología con maestría, “decir lo inconveniente manteniendo un equilibrio, sin pasar cierto límite”. Y lee “Pastoral”, un relato. “Es que aunque lo pueda pretender, acaba por no molestar”, dice Tomás, que lee un fragmento del relato sobre Millán Astray de los Cuentos de La Cábila.
Y aparece otra confesión interesante del propio Pereira, quien siempre sintió que Valle-Inclán (el modernista, el de las Sonatas) era el gran escritor de la lengua castellana, al que él profesaba absoluta veneración. Bernardino lee párrafos del relato “La enfermedad” para insistir en esa idea recurrente del escritor a la hora de escamotear datos y referencias. Y aun así, según dice Toribios, no deja de emplear en sus relatos datos de esa intrahistoria leonesa bien conocida por todos (alusiones directas a lugares, a personas...).
Cristina elige el cuento “Vuelo planeado” para mostrar la sorpresa final, cuando se toma una dirección sorprendente e inesperada (como la del ave...). Graciela alaba el final de “El patronato”. Manuel, “Las peras de Dios”.

Antonio Toribios se pregunta en voz alta si no podría hablarse de etapas en su quehacer literario. Pero pronto la conversación toma derroteros más vitales, a partir de los viajes de Pereira (y allí se muestra el libro Antonio Pereira y los niños, llenos de fotos del escritor por distintas ciudades del mundo). Ese mismo espíritu se percibe en su poesía, dice Isabel; así como ese cuidadoso uso del lenguaje. Entonces Bernardino (no olvidemos que fue quien dijo que lo que más le interesaba de los narradores era la poesía) lee tres poemas: “El pródigo”, “Conminación” y “Oración”.

Vamos terminando con más y más anécdotas. La relación privilegiada y de mutua admiración entre Juan Carlos Mestre y él, sus salidas de “pata de banco” cuando menos se esperaba (y que todos le perdonaban por su manera aguda de decirlo todo) y sus libretas, sus famosas libretas menuditas y misteriosas repletas de anotaciones, de las que nunca se desprendía y donde iba volcando lo que la vida le ponía a ojos vista.

Terminamos así, con sabor agridulce esta reunión en que, a la postre, convocamos a Pereira en lo que nunca desaparecerá de él: sus palabras.

Nos citamos para la última sesión, el día 2 de junio. Terminaremos la temporada comenzada en otoño con JUEGOS DE LA EDAD TARDÍA de Luis Landero.

A las 19’30 y en la Biblioteca del “Giner” (un secreto: creo que Isabel Luis y Chus saben cocinar (¿a pistola?) delicias que se llaman “borrachitos” y “teresitas”. Qué nombres más literarios, no? ¡Como para no probarlos si tienen a bien compadecerse de esta tropa lectora…!
Pues eso.

jueves, 7 de mayo de 2009

ACTA de la 8ª REUNIÓN: '84 CHARING CROSS ROAD', de Helene Hanff

OCTAVA SESIÓN

84 Charing cross Road
de Helene Hanff

Hubo ausencias de aquellas que llamaban clamorosas (Choni, Félix, Albina, Yolanda, Ana, Antonio, Nemesio, Lourdes y Mª José); en contrapartida, dos incorporaciones: Marian y Ricardo. Bienvenidos a la fiesta.

La sesión comenzó con dos palabras contrarias: “frescura” contra “pesadez”. Loly se encargó de ponerlo todo más divertido. “Pues yo lo leí en valenciano, y sería eso porque le vi ternura…”. Graciela persiste en su incapacidad para soportar “tantos huevos en polvo”. Una vuelta de tuerca más: Bernardino dice sin empacho que le ha resistido la tercera lectura, bien tramada como historia, esa aparente sencillez –“una ingenuidad buscada”- y, en fin, la “calidez y calidad” que permite retratar así ese mundo: librerías de viejo, un contexto muy especial… Y advierte algo más: “Para mí son cartas podadas”.

Marian se estrena confesando que para ella lo primero fue la película (se refiere a la versión de la novela, “La última carta”) y que tanto como la película le gustó el libro. No le defraudó. Es como si la protagonista escribiera así precisamente por su condición de guionista. Cristina se suma a esta reacción. “Libro muy visual, parece que la vemos en su casa…”. Raúl: “Libro bien conseguido, sobre todo por saber fundir lo cotidiano con lo histórico”. Y Bernardino no quiere que pase inadvertido algo importante: la pobreza de la protagonista no el impide gastarse el dinero en libros. Tomás piensa que la protagonista se refugia con dignidad y autosuficiencia en su mundo de lecturas: “Precariedad sin desesperación”. No, no está desesperada, vive en una “amargura suave, no es una Fräulein”. Isabel la retrata como una mujer adelantada a su época.

Emma entra a hablar de la expresión peculiar de las cartas de Helene, con esa tipografía de mayúsculas que hace todo más subjetivo. A Raúl también le había llamado eso mismo la atención y añade algo más: su interés por la propia cronología epistolar.

Manuel echa en falta otro tipo de cartas con informaciones distintas, menos obsesivas en torno a un mismo tema literario. Pero enseguida Raúl interviene resaltando que hay tres tonos en las cartas, tres frecuencias (Helene, Frank y el resto de personajes corales). Isabel llega a decir que hay una suerte de celos entre los diversos corresponsales: y Marian observa cómo eso es así, de tal manera que Frank procura que su jefe no lo vea cuando escribe algunas de sus cartas.

Sobre el tema de “lo literario” como eje de la novela, a Tomás le llama la atención que Helene pida libros clásicos desde USA en un momento en que en Inglaterra (años 60) se va hacia lo pop, hacia otra cultura… Bernardino resalta cómo la librería y Londres aparecen en realidad como espacios míticos, inalcanzables, a los que nunca se acaba por llegar. Mª Jesús lo resume diciendo que si hubiera ido, el alcance final de la obra habría perdido el encanto. “Ella metió Londres en su casa”, eso se dijo como colofón de esta idea.

Se entra a hablar del contexto de la novela. Cristina es quien abre el nuevo sesgo considerando esa radiografía de la Inglaterra de posguerra que aparece continuamente. Es como si Helene asumiera los favores que su país no hizo a Inglaterra. Raúl llega a hablar de “mala conciencia”…

Un nuevo matiz: el sentido de la lectura, del intercambio de libros, de la “alegría” con que la protagonista se desprende sin duelo de ellos (Tomás lee en este sentido un pasaje de la página 75). Loly y Bernardino traen a colación ejemplos actuales de esta “socialización de la lectura” (crossing-book, etc.), como si ya la novela lo anticipara en la actitud de Helene.

Ricardo se estrena: “¿Y creéis que el único eje de la novela es el libro, lo relativo al libro? Cristina dice que si fuera así, no habría novela… Bernardino habla de toda una galaxia de temas (sociales, políticos..) que configuran la obra. “Quizás no sea una gran novela pero como historia está bien contada, con detalles medidos…” Emma vuelve a poner de relieve la exactitud del tono de las cartas. “Pinceladas pero muy bien medidas”, culmina Raúl. Y prosigue: “¡Qué pena que a Graciela no le gustara!”. “Es que ese día –confiesa ella- estaba mal del estómago” [risas, risas] Cholo, ojo avizor hasta ese momento, se descubre: “Lo siento pero me ha parecido monótono, pesado, como si leyera siempre lo mismo” Y Emma le advierte que alguna edición tiene páginas repetidas. “A ver si fue la que tocó” [más risas]

Como para conjurar que no hay un solo tema, Cristina pone el acento en la importancia que se da a la alimentación (envíos de alimentos desde USA, relatos de recetas…), que retrata toda una carencia colectiva. Y sobre eso se abunda en todos los tonos posibles…

Carmen, calladita hasta ahora, hace un juicio final sumarísimo: “No comparto el entusiasmo por el libro. Ni tengo empatía con la protagonista, a la que no le gusta la ficción. Y ese rechazo no lo entiendo… No me ha atrapado, eso es todo. Y veo en su vida un cierto fracaso. Unos y otros van modulando estos pareceres, que fueron cerrando la sesión, sin olvidar una “causticidad”, una “coña” que empapa la obra (en eso Cholo sí que está de acuerdo, con todos sus genes gallegos en pie).

* * *

Se propusieron las dos últimas lecturas del Club: Landero y Antonio Pereira, con la asistencia de éste como colofón del año. Pero la vida trama sus leyes de otra manera. Qué poco suponíamos lo que iba a suceder algunos días después. Y aun así –o precisamente por eso- decidimos hacer el día 12 de mayo un sesión de homenaje al gran ANTONIO PEREIRA leyendo y comentando relatos suyos. Landero nos espera, pues, más lejos.

martes, 28 de abril de 2009

HOMENAJE A ANTONIO PEREIRA, el día 12 de mayo: Lectura de sus cuentos


Muy a nuestro pesar Antonio Pereira se nos ha ido antes de poder charlar con nosotros. Ante esta circunstancia, os proponemos rendirle un pequeño homenaje el próximo martes, día 12 de mayo, a la hora de siempre.
Nuestra idea consiste en leer varios cuentos y en seleccionar además un fragmento de aquel que más nos haya gustado para compartirlo con el resto de los contertulios.
Si os parece bien, os esperamos el día 12 con este monográfico sobre la obra de este autor.
Un abrazo.

lunes, 20 de abril de 2009

MERCADILLO DE LIBROS en el IES Giner de los Ríos


Con motivo del Día del Libro (el próximo 23 de Abril), el IES Giner de los Ríos ha organizado un mercadillo de libros. Estáis invitados a participar. Podéis traer libros que ya no leáis o de los que queráis deshaceros e intercambiarlos. Tantos libros traigáis, tantos os lleváis. Gracias por vuestra colaboración.
Aprovechamos para recordaros la cita que tenemos mañana en 84 Charing Cross Road.
Besitos y hasta mañana

martes, 14 de abril de 2009

AVISO / Cambio de fecha en la próxima reunión: 21 de ABRIL


Hola, contertulios/as
Os proponemos un cambio de planes:
Tomás no puede acompañarnos el día 28,
por tanto, si nadie se opone,
adelantamos la reunión al
Martes, 21 de Abril de 2009.

Esperamos que no os suponga ningún trastorno.
Saludos y hasta el nuevo encuentro.
¡Felices lecturas!

martes, 24 de marzo de 2009

Próxima reunión: el 28 de abril, para platicar sobre '84, Charing Cross Road', de HELENE HANFF


'84, Charing Cross Road',
de Helene Hanff


DÍA: 28 DE ABRIL
Como de costumbre, a las 19.30 horas
en la Biblioteca del IES Giner de los Ríos (León)

[Carteles de adaptaciones de la novela al cine]

ACTA de la 7ª REUNIÓN / 'CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS', de Gonzalo Hidalgo Bayal

SÉPTIMA SESIÓN

'Campo de amapolas blancas',
de Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets, 2008)


La sesión comienza a desarrollarse entre dos luces (“entre lusco y fusco”, diría un gallego). Así es: por estas fechas entramos antes del oscurecer pero ya salimos de noche total. Eso le da al asunto un poco más de irrealidad, como si el ejercicio de la lectura tuviese cierta capacidad de transformación. ¿Y no es así?
Faltaron más miembros que nunca: Carmen, Raúl, Cholo, Lourdes, Graciela, Marijose, Yolanda, Antonio… Por un momento, alguien pensó si no habrían fundado un club paralelo. Parece que no.

Y empezó la sesión. Sin la ayuda de Carmen –y sin nociones de taquimeca— quien transcribió hizo lo que pudo. Por la mesa patinaban esta vez de lado a lado bandejas de rosquillas caseras (¡vaya mano, la suegra de Manolo!), hojaldres dulcemente nevados, galletas de nata… y restos del Oporto de la sesión anterior.
Fue Gloria quien abrió el fuego. “Me gustó”, y Bernardino hizo esa primera advertencia con perdigones de ironía que estuvo a punto de dividirnos en “seniors” y “juniors”: “Sí, pero es un libro no aconsejable para menores de 50 años” ¿Por qué era así? Las referencias, las lecturas, los nombres propios… toda una constelación que no se puede haber vivido del todo por debajo de esa edad (y Bernardino hace semblanza panorámica de una milicia de títulos y autores que contribuyeron a aquella formación lectora, incluido homenaje a la editorial “Reno”). Carlos (más de 50 años) apostilla a favor de eso mismo y trae a colación el capítulo 3, imposible de entender si no se conocen esas menciones; también hace notar que hasta la cita imprescindible y hermosa de Camus es bocado generacional, incluso mantenida en francés (“Se supone que un lector de aquella generación la comprende, pues fue la lengua extranjera escolar por excelencia en aquellos 60”).
Mª Jesús y Cristina –por debajo de los 50- añaden que no sólo las referencias sino que la figura del protagonista se hace difícil de empatizar –esto lo dice el osado transcriptor- con alguien ajeno a aquella época. Nemesio (de 50 para abajo) habla del valor del prólogo y su advertencia de la importancia de hacer justicia con la memoria, que será en adelante el motor racional del relato. Félix está de acuerdo, aunque dice que a veces le parece que se llega a rozar cierta traición a ese principio de no falsear lo recordado (y trae a colación el episodio del prefecto en el colegio de los hervacianos). Es entonces cuando Isabel quiere hacer notar el valor poético que empaña toda la novela. “Poético en todo caso, no lírico”, sigue quisquilloso Tomás, que está al plato y a las tajadas –o sea, a escuchar y a transcribir: de momento nada de rosquillas-.
Manolo abre otro campo de acción. Buceó en posibles analogías entre la novela en sí y alguna de las referencias mencionadas. “Y llegué a encontrar cierto sentido entre este libro y el relato 'El perseguidor', de Cortázar”. Su sugestiva defensa encuentra aliados. Más allá de esto, Manolo plantea que en ocasiones –“no muchas”, dice- la novela le parece un tanto prolija en la expresión. “Podría ser más económica, más directa”. Se habla entonces de ese estilo próximo a la escritura cervantina, de que hace gala el autor. Lenguaje limpio, fluido y que sale de la mejor tradición del uso rítmico de la prosa castellana (alguien hace notar, por si viniera bien decirlo, la amistad de Gonzalo Hidalgo con Sánchez Ferlosio: “Ah, bueno”, se oye musitar bajo el abejeo de los neones de la biblioteca…).
Bernardino vuelve sobre una lectura “epocal” (que diría un post-moderno) y advierte cómo en medio de tantas referencias contextuales no hay rastro del mayo 68. En pos de ello, hizo una segunda lectura y observó cómo el autor se encarga de renunciar a cualquier tópico barato, facilón. Hay, en ese sentido, una disciplina magistral en la conducción del relato. Y entonces le hace un guiño a Manolo: “También yo volví sobre 'El perseguidor'…”. Félix, nuestro detective salvaje, también buscó “gazapos” que no estuvieran del lado de las pretensiones que el autor anuncia en el prólogo. Pero nada… La novela es impecable, en ese sentido también.
Loli –permítase al transcriptor no desvelar su relación con los 50, pues se trata de una dama- toma la palabra para evocar de nuevo cómo se pudo haber vivido aquella época llena de transformaciones de todo tipo. Su consideración levanta adhesiones de Ana, Nemesio y Cristina. Ésta última llega a hablar de cierto complejo de Peter Pan en la figura de H., que no parece querer crecer. Tomás propone entonces cómo a pesar de estar fuertemente contextualizada, hay un alcance universal, general, en el fondo de la novela. “¿Quién no ha conocido a H. –dice-, ese muchacho que sólo hacía actividades disipadas, que no era perseverante, que parecía empezar cualquier iniciativa con facilidad pero…?”. Es Emma quien interviene con una justa apreciación: “A mí me parece que hay un contrapeso. Por un lado, los nombres imaginarios o escondidos –Murania, H.- dan esa medida de que esto puede estar pasando a cualquiera y en cualquier lugar; en cambio, luego se apoya en referencias muy concretas; Salamanca, Madrid, parís… Hay ese juego entre lo general y lo localizado”. El respetable –que para esa hora ya atacaba la rosquilla con indisimulado apetito, en especial los que estaban por debajo de los 50- casi aplaudió tanta dosis de lucidez.
Bernardino nos lleva ahora a la figura del padre, ese hombre sentencioso, desbordado por la actitud de H., y que es también arquetipo de aquella época, cuando los padres que habían vivido en la dictadura comprueban cómo sus hijos toman otros rumbos (“el síndrome de Alcántara”, sugiere Tomás). Todos convienen en que suscita finalmente una comprensión / compasión por parte del lector. Cristina lo resume: “La vida es así: la hiperprotección no sirve; en cambio, el narrador parece más suelto, menos vigilado… y obra sin embargo con esa prudencia práctica que lo salva…”. “El instinto, que no se aprende…”, se oye decir…
Manolo vuelve a intervenir para hacer observaciones sobre cierta cualidad de “desdoblamiento” que le produce el narrador, como si en ocasiones mostrara dos personalidades: una encubierta y otra exterior. Alrededor de eso, Isabel hace notar ese eje bien marcado que se mantiene a través de toda la narración: orden / desorden, que afecta a ambas vidas paralelas: la de H. y la del narrador. Ana, Loli, Gloria, Tomás vuelven a hablar de esa extraña lógica de la vida que permite imaginar un destino como el de H. en cualquier vicisitud, en cualquier época aunque sea arropado en otras claves accidentales. Algo así se dijo. “Bueno –arriesgó Cristina-, tampoco se nos garantiza que el orden del narrador haya sido lo mejor. A fin de cuentas, él se limita a hacer esa crónica de H.” “Es cierto –añade Bernardino-: nada sabemos casi del mundo personal del narrador: su familia, sus aficiones, su vida… Sólo se demora en contar esos largos veranos perezosos… pero sin profundizar”. Quizás- se apostilla- era una familia estándar sin más, la del narrador. Pero Bernardino no lo cree: asistir a un colegio religioso sin pretensiones de seminario, viajar a París…, no, en aquella época esto no era aún un comportamiento convencional de la generación. Nemesio ve que el narrador es una voz, simplemente una voz sin otros apoyos, que incluso resuelve expresiones del lado de lo oral (“el deneí”, se lee). Cristina quiere reprochar algo al amigo de H., y es su decisión de romper su amistad con él. Ahí, el narrador sí toma posiciones concretas. “Posiciones prácticas, simplemente”, dicen Ana e Isabel, cortando el paso a la pasión fiscal de Cristina (“fina jurista”, la había llamado alguien…). Félix reconduce el punto de la discusión hacia la pretensión del narrador de contar desde una voz que no se compromete. “H. existió, eso es todo. Eso parece querer hacer saber el narrador. Y tiene derecho a ello”. “En el fondo –aduce Tomás- se nos hace saber eso: que el destino no necesita de grandes golpes ni traumas para acabar en tragedia. A veces se llega a la desdicha por deslizamiento inadvertido, por cúmulo de decimales…”. Y se sigue charlando en torno a eso entre trago y trago; entre pasta y rosquilla.
“Quisiera decir algo más –es Cristina quien habla-. Parece que la novela manejara sólo claves masculinas, según la estáis aquí desentrañando. Como si yo no la pudiera entender”. Tras escucharlas, tod@s convinimos en que la clave, a pesar de todo, era universal. Y hubo un carrousel de relatos personales y biográficos bien cercanos a los sucesos que determinan la vida de H.
Se pasa a hablar por fin de ese humor bien dosificado y repartido por toda la narración. Gloria, y también Tomás, aluden a fragmentos donde aparece suavemente (“entre este cristo y el otro…”; “el hijo del cuerpo y el hijo del hombre”…). Así nos dan las nueve. Y había que hablar aún de la próxima lectura.

Tras descartar algunas propuestas por no tener noticia segura de qué se encerraba tras los títulos, nos decidimos por:
'84, Charing Cross Road', de Helene Hanff

DÍA: 28 DE ABRIL

Y entonces, habló Isabel. Su propuesta fue aceptada de manera fulminante: ¿Por qué no pensar a la vez en una obra más extensa, aunque sea para hacer revisión de una antigua lectura, si es que ya se hubiera hecho por algunos lectores? Se habló de clásicos incuestionables, de títulos y autores necesarios…. Al fin, nos decidimos por ir leyendo 'Juegos de la edad tardía', la gran novela de Luis Landero. (Sí, la edad tardía… otra vez a vueltas con los 50 años). El día 28 de abril ya pondremos fecha para esta lectura, más sostenida.
Hasta entonces.

miércoles, 11 de marzo de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 17 de MARZO, para platicar sobre 'CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS', de GONZALO HIDALGO BAYAL


PRÓXIMA SESIÓN

17 DE MARZO

'Campo de amapolas blancas',
de Gonzalo Hidalgo Bayal
(Ed. Tusquets)
~ ~ ~
Puedes leer una crítica sobre este libro de VÍCTOR M. DÍEZ
en su blog (haz click:) OÍDO EN TIERRA

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Como de costumbre, la cita será a las 19.30 horas
en la biblioteca del IES Giner de los Ríos (León).

ACTA de la 6ª SESIÓN / 'El vestido rojo', de Robert Alexis


CLUB DE LECTURA GINER
SEXTA SESIÓN

'El vestido rojo',
de Robert Alexis

El consuelo eucarístico que nos asistió esta vez (rosquillas de monjas y vino de Oporto, antes de llegar cocos y moscatel) vino a compensar tanta disipación moral acumulada como habíamos leído en El vestido rojo. Faltaban Manolo, Albina y Bernardino –Yolanda llegó a asomar la nariz brevemente- pero de distintas maneras habían hecho saber ese crujido de decepción de la nueva lectura, que hasta en opinión de algunos hizo buena a la anterior… Las dos últimas sesiones no han sido afortunadas. Pero también es cosa del oficio lector resistir estos envites. “Habrá que pensar con más calma cada propuesta”, había dicho Carmen. “Y sobre todo, nada de dar oídos a impresiones ajenas”, se apostilló. Así se hará.
Con nuevas incorporaciones (bienvenidos/-as: Mª José, Eduardo, Carlos, Isabel), el repaso obligado (se había pedido llevar cualquier distintivo rojo, por leve que fuese, y allí hubo de todo: desde lazos de solidaridad hasta bolígrafos, pañuelos y cordones de zapatos), y bajo la protección de Mauricio, el esqueleto totémico del instituto, vestido de rojo para la ocasión, empezó la sesión.

El libro no gustó en general. Félix se encargó de abrir fuego: su primera lectura, mal: una segunda que emprendió, por si había sustancia imprevista, peor. Nemesio se subió a ese carro de la decepción: “Necesité cuatro sentadas para digerirlo, y fijaos qué delgado es”. Graciela empleó una palabra curiosa: “Es cursi, como la propia palabra “irrefragable”, que allí sale. Carlos Matilla traía un discurso más articulado (ah, la condición del prejubilado con tiempo a su merced… cada vez da más envidia): “Demasiado ambicioso, no es que sea aburrido sino algo peor: ejercicio frustrado lleno de superficialidades; y ese titular de ‘Novela Filosófica’ con que se anuncia… Nada de nada. En todo caso, novela mal mezclada entre lo romántico y lo gótico”. Para Ana, en fin, es un catálogo de especulaciones, de demasiadas especulaciones. Tampoco Raúl comprendió bien ese presunto alcance filosófico. “¿Será por el protagonista, Hermann, que puede acabar por ser libre rompiendo las convenciones?”.

Eduardo se estrena resumiendo que muy frecuentemente los filósofos acaban por hace mala literatura. Y esta pretendida fábula intelectual es el caso…, aunque se adhiere a la tradición libertina de cierto malditismo narrativo; pero no llega a apoderarse de la atención lectora. Es demasiado dispersa, demasiado cerebral. Lourdes remacha: “Hermann es el primero que se hace poco creíble”. Y un coro general se acopla a este parecer. Antonio lo resuelve con gracia castiza: “En esta época en que hasta a los guardias civiles les ponen piso aunque se trate de un matrimonio homo-…, esto no escandaliza a nadie, si es que esa era la pretensión del autor”. ¿Sería la pretensión? Atemos esa mosca por el rabo.

Mª Jesús y Emma entran a tratar de la dispersión excesiva de sucesos, como si apretar la novela de referencias heterogéneas y hasta desconectadas fuese darle más interés. “Procede por acumulación, dice Emma, y eso acaba no funcionando. Lo profundo hecho disperso ya se pierde” (caray, Emma, eso sí que es filosofar con puntería y sensatez, ¿no?) Carlos Matilla insiste: “Parecen mimbres para una obra mayor”. Y Tomás: “Es que no hay anclajes; todo queda en un estado intermedio que no acaba de fraguar, como decían Emma y Mª Jesús”
Se pasó entonces a considerar el final. Demasiado apresurado (Antonio), otro fraude (Isabel). Incoherente (Carlos), dado que al final se habla de la gloria que Hermann consigue en la batalla, sí, pero al principio el propio Hermann se había presentado con andrajos… ¿qué se nos ha hurtado, entonces?. Esta consideración de Carlos hizo pensar incluso en cierta predisposición cinematográfica, donde la elipsis tiene más cabida natural.
Cholo, de espíritu analítico, se remonta a algo más general: la dificultad de escribir, en inversión proporcional a la extensión del texto. A más brevedad de éste, más presión, más dificultad. No se había fijado. Claro.

Lourdes y Carlos retoman asuntos particulares del libro: El estilo (tan indefinido como todo lo demás: ni desarrollado con suficiencia ni impresionista, sugerido. Mal).
Carlos entra con talante constructivo a hablar de los personajes. “El mejor, el general y, tal vez, el perfil del cura” Loli le corta la retirada (a Carlos, no al general): “El cura?, pero si el cura también estaba en el lío….” Era una manera de entrar en el combo para decir, la propia Loli, que un personaje como Hermann, aunque era extremo, estaba poco dibujado.
Es entonces cuando Antonio pide leer un fragmento que termina así por cuenta del narrador: “la metáfora era cautivadora”. “Eso es trampa, dice Antonio, no solo falla la novela porque aburre sino que encima se echa flores”. Ana e Isabel, en dúo improvisado, matizan: “No, no, no aburre porque acaba por entretener, quizás animados por lo breve que es. Pero nada más.”.

Graciela, Chus, Gloria entran en labores policiales, habituales ya de este Club (dan ganas de abrir sección aparte en el acta ya para siempre): “¿Os disteis cuenta en algún momento previo de que Hermann era gay?” Félix quiere ganar galones y lee la página 9. Algunos otros se suman a esa intuición y aducen pruebas lectoras: el episodio con el soldado, el parecido de Rosetta con el chico, a juicio del narrador. Loli da una vuelta de tuerca: “Sí, sí, gay…, pero con Rosetta se lo pasó pipa”. Antonio lo explica ahondando en la personalidad del protagonista, que en el fondo se deja llevar, dada la ambigüedad que le concierne. Y esa es la palabra que por fin sale: Ambigüedad.

Mª José hace una síntesis de la intención de la novela: “La clave puede ser cuando Hermann dice que hay dos pasos: comprender y liberarse. El problema del personaje es que intenta liberarse sin comprender, aceptando todo tal cual se lo van dando. De ahí que él no alcance esa liberación. ¿Y no buscará la muerte? En un momento dado, se puede leer esto: ‘No conseguí que me mataran’.
Se vuelve atrás sobre la condición del protagonista, la ambigüedad, el discurso de Freud, a quien se menciona, la androginia… Loli plantea de nuevo el problema de la homosexualidad., la no aceptación social… Félix y Graciela matizan: “En realidad, Hermann pasa por todas las fases: hetero, homo, trans… El problema no es su condición, es no saber lo que él es. El no lo sabe y…”

Silencio

Más silencio.

Félix se anima: “El Oporto, buenísimo”

Para eso dio la lectura. Para nada más.
Y, de acuerdo con la directriz de Carmen, se pensó con más calma en la siguiente. Un autor español, se dijo; con más calado en el lenguaje, se volvió decir. Salieron nombres: Eduardo Mendoza, Belén Gopegui. Todo muy tímido, muy poco decidido. Tomás dice en voz alta que Ana se ha conmovido mucho con la última de Gonzalo Hidalgo Bayal: Campo de amapolas blancas. No se hable más. Y a por ella. Así acabó la sesión, más corta que otras veces pero no menos llena de frescura lectora, compañeros. O eso nos pareció…

PRÓXIMA SESIÓN

17 DE MARZO

Campo de amapolas blancas,
de Gonzalo Hidalgo
(Ed. Tusquets)

martes, 3 de marzo de 2009

Hoy: reunión


Por si se nos ha olvidado, esta tarde a las 19'30 hay sesión del CLUB GINER. Se debatirá sobre la lectura de la novela El vestido rojo, de R. Alexis.
Se ruega a los miembros/-as del Club lleven algo rojo, en lugar visible. (también vale un bolígrafo en el bolsillo, sí, o el estampado de los cuadros de los calcetines, No, Cholo, no vale el rojo en ropa interior).
Es condición indispensable para participar en el acto. Gracias.

miércoles, 25 de febrero de 2009

TABLÓN DE ANUNCIOS: Estupendo ciclo sobre autores de género negro en Salamanca


DE NEGRO
Autores de género

~
JAVIER SÁNCHEZ ZAPATERO
ANTONIO MARCOS SÁNCHEZ

ÀLEX MARTÍN ESCRIBÀ

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Henning Mankell
Jim Thomsom
Dashiell Hammett

Arthur Conan Doyle

~

Biblioteca Pública Casa de las Conchas
SALAMANCA

~ Febrero y Marzo de 2009 ~

Todas las sesiones a las 20 horas

Después de las ediciones de 2007 y 2008, en las que se repasaron las principales corrientes del género negro y se analizaron sus más emblemáticos personajes, la edición de “De Negro” de este año se plantea como un acercamiento a la obra de tres de sus más representativos autores. Henning Mankell, uno de los “superventas” del momento, mundialmente conocido por la saga de novelas protagonizada por el inspector Wallander, inaugurará el ciclo, en el que también habrá cabida para Jim Thomsom y Dashiell Hammett, dos escritores que configuraron con su producción el género negro. Mientras que el segundo, autor de obras como Cosecha roja o El halcón maltés, es habitualmente considerado uno de los “padre de la novela negra”, el primero es un escritor iconoclasta cuya aureola de maldito no ha de esconder el indudable atractivo de su obra. Las sesiones se complementarán con el visionado de la película La vida privada de Sherlock Holmes, con la que se ahondará en la figura del clásico detective y de su autor, Arthur Conan Doyle.

Henning Mankell, un clásico contemporáneo
(1ª sesión, 19 de febrero de 2009)
· Novela negra nórdica: bienestar y desencanto
· La globalización del crimen
· Kurt Wallander, un policía al margen de todo
Bibliografía de referencia: Asesinos sin rostro, La falsa pista, El chino…

Jim Thompsom, un clásico maldito
(2ª sesión, 26 de febrero de 2009)
· Cuando nadie es inocente
· El reflejo de la mente asesina
· Ecos e influencias: la larga sombra de Thompsom
Bibliografía de referencia: 1280 almas, El asesino dentro de mí, Al sur del paraíso…

Dashiell Hammett, un clásico hard-boiled
(3ª sesión, 5 de marzo de 2009)
· El nacimiento de la novela negra
· Los violentos años 20
· Sam Spade y el agente de la Continental, dos modelos de detective
Bibliografía de referencia: El halcón maltés, Cosecha roja, La llave de cristal…

Arthur Conan Doyle, un clásico policiaco
(4ª sesión, 12 de febrero de 2009)
· Proyección: La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970)
· Coloquio con el público

Javier Sánchez Zapatero es profesor e investigador del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca, institución en la que co-dirige el Congreso de Novela y Cine Negro. Es co-autor de varias monografías sobre género negro. Ha colaborado en diversos medios de comunicación y actualmente es crítico literario de La Gaceta de Salamanca.

Antonio Marcos Sánchez es periodista. Especialista en cultura, ha publicado diversos artículos de investigación. Ha trabajado en varios medios de comunicación y ha sido coordinador de los suplementos culturales Batuecas y Culturas, editados por Tribuna de Salamanca. Además, ha estado vinculado profesionalmente a la Semana Internacional de Cine de Valladolid y al Consorcio Salamanca Capital Europea de la Cultura 2002.

Àlex Martín Escribà es experto en género negro y co-autor de varias ensayos y monografías sobre el tema. Ha impartido clases en las universidades de Salamanca, La Habana y Grenoble. Es co-director del Congreso de Novela y Cine Negro que se celebra anualmente desde 2005 en la Universidad de Salamanca.

martes, 17 de febrero de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 3 de FEBRERO, para platicar sobre 'EL VESTIDO ROJO', de Robert Alexis

Este el libro elegido para la reunión del próximo 3 de Marzo.
Como de costumbre, la cita será a las 19.30 horas
en la biblioteca del IES Giner de los Ríos (León).
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EL VESTIDO ROJO
de ROBERT ALEXIS

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Sinopsis:
En un tiempo indeterminado, que podría situarse en los albores del siglo pasado, y en una ciudad sin nombre, que por las trazas pertenecería al imperio austrohúngaro, un joven oficial de la alta nobleza busca distraerse del tedio de la vida militar, a la espera de que su regimiento reciba órdenes de participar en una guerra insidiosa que se resiste a estallar. Un día, uno de sus soldados, un mujeriego inveterado, le presenta a una enigmática mujer italiana, una amante de una rara habilidad, capaz de seducir al libertino más consumado. Guiado por un impulso irrefrenable, el oficial emprende entonces un camino de descubrimiento que jamás habría imaginado. Como un fantasmagórico objeto de deseo, un delicado vestido rojo expuesto en un escaparate polvoriento encarnará la pasión amorosa con todos sus excesos, y el trágico antagonismo de la guerra hallará su eco en las turbulentas aflicciones del alma. El vestido rojo es una novela tan breve como hipnótica, un relato filosófico envuelto en un cautivante halo de misterio, una joya literaria con destellos de Schnitzler o Maupassant. Su prosa limpia y sencilla concita desde la primera página la complicidad del lector, que se dejará conducir en compañía del protagonista por los sombríos y turbadores laberintos de la pasión humana.
(En Salamandra)
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Y un comentario, en el blog (haz click:) Los libros le-idos:
Idea general:
Un relato breve que han editado como si fuera un libro. Historia en torno a un mundo secreto de aires victorianos con ciertas dosis de erotismo y obsesión.
Mi impresión:
Aceptable. Entretenido, sobre todo por su brevedad. El título viene a desvelar la parte final del libro, que causalmente no es la mejor narrada. No pretende ser creíble ni ser una auténtica reflexión sobre nada. Un entretenimiento casierótico pero austero.

ACTA de la 5ª SESIÓN, sobre 'EN EL CAFÉ DE LA JUVENTUD PERDIDA', de Patrick Modiano

CLUB DE LECTURA GINER

QUINTA SESIÓN

'En el café de la juventud perdida',
de Patrick Modiano


Al término de la quinta sesión (10 de febrero; invierno aún agazapado afuera; crisis sobrevolando por todas partes), los integrantes del Club debieron de sacar una conclusión por encima de cualquier otra: empieza a haber una relación de compensación inversamente proporcional entre el interés por la lectura propuesta y las aportaciones alimentarias. A menos fuerza del libro, más comida. Esa es la ecuación (un envite para Raúl y Cholo…).
Y empezó a caer el aluvión de repostería: orejas de carnaval -¿orejas otra vez? ¿no habíamos acabado así de taurinos en la sesión anterior?-; pastas de almendra sin trampa ni cartón -¡gracias, María Jesús!-; pan perdido (en correspondencia, Yolanda, con esa “juventud perdida”); teclas crujientes... En fin, se ve que en el inconsciente colectivo había, tras la lectura de Modiano, necesidad de endulzar el ánimo, un tanto agriado.

Item más, el escenario también varió. Se le ocurrió a Bernardino meternos en París con canciones y vistas de la Ciudad de la Luz y del Amor. Todo surtió efecto y la sesión se desarrolló sobrellevando con dignidad los avatares de una lectura que a casi todos se antojó un tanto disipada y sin energía. ¿A todos? No tanto… Lourdes se erigió en defensora de causas perdidas y rompió una primera lanza a favor de la novela. Su ambiente cosmopolita exigía precisamente eso, ese entrecruzamiento fugaz de relaciones que nunca terminan en nada. “Como nos ocurre a nosotros, habitantes de ciudad”, remató. Raúl diría luego que él no se reconocía en esa forma de vida. “Debo de ser un provinciano”, añadió lacónico… (alguien le pasó una dulce tecla para que su suspiro no llegase al patetismo, como se veía venir).
Antonio dio claves de ánimo que se agradecieron: libro exigente, moderno, que pide el concurso activo del lector para cerrar las historias a medias. Emma rubrica esta opinión y, como aquel P. Damián hizo en su día, emprende un honrado acto de confesión general en público: “Yo hice trampa, compañeros: pedí a Chus que me avanzara algo de lo que había leído y…”. Se le perdonó, aunque a la salida de la sesión, entre pasillos, hubo quien dijo que hiciera penitencia en forma de limosna gastronómica… Eso esperamos…

A partir de aquí, sulfatándonos escrupulosamente con miguitas de todo tipo (se impone agua o algo mejor para próxima sesión) todos fuimos soltando en tono menor invectivas, dicterios y razones en general por las que no acabábamos de sentirnos colmados por Modiano. Félix fue drástico (“Lo único bueno, el título”). Y luego dejó ver cómo todos en la novela escapaban de algo. “Nadie tiene casa, ¿os habéis fijado? Se pasan el día allí, en ese café, como fracasados”, eso dijo Chus entre pasta y pasta (y debió de pegársele la almendra a un empaste, ay, porque ya apenas dijo nada más). Por su parte, Bernardino más adelante se adhirió a la causa de Félix: “El título…, oficio de escritor… y poco más. Nada de profundidades… Pura postal tópica de París”. Cristina añadió razones vitales propias: “No conecté nunca con el libro. Quizás eso de que personajes de veinte años ya se sintieran fracasados no lo acepté bien”.

Comenzó entonces el juego de aproximaciones y semejanzas. Tomás habló de La colmena (y de Nada); pero Antonio y Félix no acababan de ver eso claro (Antonio luego apuntaría a El Jarama, de Ferlosio…). El propio Antonio plantearía que a pesar de la rica topografía parisina, llena de menciones exactas, en la novela primaban “lugares neutros”. Y, símbolo primordial de todos ellos, el propio café.
Loli varió la dirección de la sesión y se centró en Loki, el personaje misterioso. “Todos deslumbrados por ella”. Manolo incide en eso, y repara en cuestiones del primer capítulo que nos van descubriendo a esa Loki. Su episodio de ruptura con el marido le parece de lo más interesante del libro, sobre todo porque surgen reflexiones sobre la vida que trascienden el tono general de la novela. “Sí, sí –dicen a coro Graciela y Félix- pero ese detective no es creíble, eso de enamorarse de la clienta…”. Un mal profesional, voilá… (para sabueso detective, Félix, que entró en los mapas de Google a perseguir virtualmente los trayectos de la novela).

Antonio plantea de pronto si no se parecerá la novela en el fondo a El ardor de la sangre, precisamente por esa inconsistencia de las apariencias que… Carmen en este punto menea ostensiblemente la cabeza en dirección este-oeste, como si siguiera viendo mentalmente un partido de tenis. “¡En absoluto! Brutalmente opuestos”. Eso dijo. Y siguió tomando estas notas volanderas.

En todo caso, para Tomás es una novela sobrepasada, que ya ha perdido su razón a estas alturas de la Historia… salvo que haya otras razones desconocidas para nosotros respecto a la oportunidad de su publicación precisamente ahora. Ahí queda la conjetura…

“¿Y Janet”. Bernardino nos lleva a un personaje que podría haber tenido más interés. Poderosa, que influye en Loki… Sí, pero el escritor no parece estar por fijarse tanto en personajes como en mantener ese ambiente desvaído, dicen unas cuantas voces (Ana, Antonio…). Choni lo resume con ejemplar eficacia: “Lo que es importante no es lo que dice sino lo que refleja”. Y fuese por lo bien sintetizado que quedó esto –gracias, Choni!- o porque nos pilló a todos despegándonos del paladar secretamente restos de pastas, orejas y telas, se hizo un silencio largo.

Se plantea de pronto la posibilidad de que esté mal traducida. Cristina (nuestra Galatea ¿nuestra Gala Atea?) ha observado, en efecto, ambigüedades inconvenientes en ciertos pasajes que lee en voz alta. Siguieron más puntos de discusión y reflexión sobre la voz narradora, quién se escondería tras ella: “Hay trampa desde el momento en que habla un superviviente que parece que no tenía la juventud tan perdida”, dice Bernardino.

Así se fue pasando la sesión hasta las nueve. Asistimos varios al ritual del vino posterior y, emboscados en las sombras de la noche, iniciamos esa dispersión a semejanza de los protagonistas de la novela. Pero, ¡ojo!, nada de desesperaciones, amarguras ni fracasos… Todos despidiéndonos alegres hasta después del Carnaval tras votar por El vestido rojo (Robert Alexis, Salamandra). “Traed algo rojo ese día, chicos”, había dicho Carmen antes de despedirnos.

Traed lo que sea. Pero volved. Es estupendo este grupo, ¿no?

Hasta el día 3 de marzo

para hablar sobre EL VESTIDO ROJO, de Robert Alexis

OTROS TÍTULOS CONSIDERADOS:
La estepa infinita 1 voto
Mal de piedras 1 voto
Desgracia
La muerte lenta de Luciana B 1 voto

Sinopsis Temática

1.- La soledad de la gran ciudad (Lourdes: “También nosotros tenemos relaciones mécanicas, sin conocer a la gente que se cruza en nuestra vida.
2.- Vidas sin futuro y con un pasado que se oculta. El presente es un vacío del que se intenta escapar. (Félix)
El eterno retorno: Sensación que transmiten los personajes( Lourdes)
La vida “de verdad” es otra… (Manolo) cita esa frase del libro y le da un valor más general
• Metáfora existencial ( Antonio)
• Referencias a la obra de Carmen Laforet (Tomás) y (Antonio), que también busca semejanzas con Pedro Páramo, pero a la urbana. Más referencias: La colmena, Calle Mayor, Los golfos…, cine Dogma.

3.- Los lugares:
• ¿Tiene un significado que transcurra en París? París “otro personaje” Interesante hacer el recorrido de los paseos siguiendo el mapa ( Félix). Lo de menos es el lugar -la insatisfacción no está circunscrita a un lugar- (Antonio)
• El café lugar de refugio donde el solitario “ puede hablar “ ( Lourdes)
Pero ¿qué hacen en el café? ¿ ¿ leen o hacen que leen? ( Manolo )
El café es un lugar mental (Antonio)
• La atracción que algunos lugares ejercen sobre nosotros (Manolo)
• El cementerio que se cruza físicamente en vida ( Bernardino)

Personajes

1.- Perros perdidos
• Seres fracasados –(Loli) matiza “gente bohemia”, no fracasada- por las desgracias acaecidas en sus vidas. Gente de paso. Vidas en habitación de hotel, sin hogar, desarraigo ( Mª Jesús)
• Personajes negativos e insatisfechos, que buscan un ancla que no encuentran. Dificultad de identificarse con ellos. Vida sin asidero. Existencialismo. Final predecible: ¡podía haber sido 50 páginas antes! (Cristina)
• Pero hay gente que vive “en el filo”, que cambia su identidad (Lourdes) . Fantasmas, gente opaca, transeúntes (Tomás)
• “Perros perdidos” ya vaticina la señora Chadly ( Bernardino)

2.- El detective
• ¿Por qué no informa al marido? No está claro ( Yoli); toma partido ( Raúl); la comprende (Ana)
• Relato que más gusta a Félix y Lourdes

3.- ¿Qué hacemos con el marido? –apunta Graciela …. ¿qué responder?

Estructura
1.- Diversos puntos de vista
• Interesante planteamiento con “varias voces” (Lourdes)
• ¡Menos mal que también “ habla “ella misma! ( Cristina)
• Es una trampa, expone hechos parciales con partes que quedan “colgadas” (Emma)
• Novela llena de contradicciones ( Cristina)
• Obra poliédrica ( Antonio)

2.- Estilo
• Relato frío. Exige una labor de montaje, de “reelaboración” por parte del lector. Ganas de contar la historia al propio modo. Novela… escríbala usted mismo. (Antonio)
• Estilo “del escamoteo” (Tomás).

3.- Título
• Lo mejor el título. 3 palabras clave: café, juventud, perdida. ( Félix)
• Otra propuesta de título “ en el café de la insatisfacción “ ( Graciela)
• Importancia de la preposición EN.

Remate final

(Nemesio): “Creo que no lo voy a leer”

viernes, 23 de enero de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 10 de FEBRERO, para platicar sobre 'En el café de la juventud perdida', de Patrick Modiano

Nos emplazamos para el martes 10 de febrero
a la misma hora (19.30)
en la Biblioteca del IES Giner de los Ríos (León)
con una nueva lectura:

'EN EL CAFÉ DE LA JUVENTUD PERDIDA',
de PATRICK MODIANO


Una hermosísima novela sobre el poder de la memoria
y la búsqueda de la identidad

París, años 60. En el café Condé se reúnen poetas malditos, futuros situacionistas y estudiantes fascinados por la bohemia parisina. Y aunque la nostalgia de aquellos años perdidos parecería ser el tema central de la novela, Modiano le da un giro sorprendente. Porque ésta es también una novela de misterio. Todos los personajes, todas las historias, confluyen en la enigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Algunos la buscan, otros la aman, y para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo.

Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945). Está considerado uno de los mejores escritores franceses vivos, ha recibido el Premio Goncourt por La calle de las tiendas oscuras y el Premio de la Fundación Pierre de Mónaco por el conjunto de su obra. Anagrama ha publicado Un pedigrí y En el café de la juventud perdida, declarada por Lire la mejor novela francesa de 2007.

ACTA de la 4ª SESIÓN, sobre 'EL ARDOR DE LA SANGRE', de IRENE NÉMIROVSKY


ACTA:
CUARTA SESIÓN


'El ardor de la sangre'
de Irene Némirovsky


Justo en el día de San Obama, nos reunimos los "colectores" del club con la sangre no muy ardiente, pues además de la temperatura faltó combustible alimentario -¡tomemos nota!-, para engrasar una nueva sesión. Echamos de menos a compañeras: Graciela, Albina, Yolanda –que andaba cerca- y Charo, a la que desde aquí mandamos un saludo esperando que esté bien.

Se incorporan a la plática cinco nuevos miembros/as: Antonio, Raúl, Gloria, Ana y Cholo. Bienvenidos/as.

Aspecto animado. Casi ya multitudinario. De seguir así, dentro de poco lleno hasta la bandera Y habrá que poner el cartelito: "No hay entradas". Clarines y timbales. Comienza la sesión.

PRIMER TERCIO: VARAS
La pasión

Bernardino, que esta vez no venía de corregir sino de la "fisio", entró en corto y por derecho, recibió a puerta gayola, y así, a bocajarro y antes de acabarnos de acomodar, arreó: "¿La mujer en la novela es garante o perturbadora del orden social?". En el tendido se hizo el silencio. Pasada la estupefacción inicial, comenzó el debate por ahí. Algunos pensaban que de lo que trata la novela es de la PASIÓN, de ese furor juvenil desmentido y desacreditado luego en la meseta serena de la edad madura. Choni hizo una primera síntesis: "Si es que la cosa es simple, la novela explica lo que es la juventud. Luego se cambia con la edad, el impulso da paso a la reflexión". Y Ana apostilla: "La madurez representa el equilibrio, la verdad que niega lo que algún día se llegó a hacer de acuerdo con otra verdad".

La PASIÓN se presenta como única verdad -apunta Antonio-, el resto es muerte en vida. Así ocurre con Sylvestre, narrador y a la vez personaje muy implicado en la trama, como dice Tomás, "Y el nexo de todo", añade Choni. Loli lo explica muy bien: "¡Si es que este hombre estaba en todos los sitios!". Es decir, no sólo es omnisciente, sino también omnipresente. Pero le resultaba fácil, porque no paraba en casa; de joven viajando por el mundo y luego, siempre, invitado a todas partes.

¡Qué bueno aquí el comentario de Lourdes!: "Es incluso un invitado en su propia vida". Y es que Lourdes nunca se fió de Sylvestre, no como otros contertulios ingenuos que pensaron que era "el único bueno"... Sí, sí, ¡menudo tramposo! -¿verdad, Bernardino?- y además, revanchista y rencoroso, pues desvela el secreto de Hélène. Ana, muy espabilada, desde el principio se olió que tenía algo que ocultar. En resumen, acabaron apareciendo en el club dos sectores: por un lado, los escépticos y avisados (tendido 7) y los ingenuos (grada general). División de opiniones. En fin.

Raúl pronuncia por primera vez una palabra que se repetirá luego mucho: CONTRADICCIÓN. Unas veces la pérdida de la pasión se lamenta; otras, en cambio, se muestra esa ausencia de pasión como la verdadera fuente de felicidad, ¿en qué quedamos? Cristina entonces insiste: "Pero si ya no le gusta ese 'fuego, ¿cómo es que lo echa de menos?" ¡Este Silvestre no se aclara! Contradicción, contradicción y nada más que contradicción. En eso estamos…

Y vuelve Bernardino a encender motores: "¿Y es creíble la relación entre Sylvestre y Hélène?" "¡Qué va!, si ni cuando están solos dejan entrever eso que existió", este es Félix, que remata la faena así, con ese afarolado… ¡y eso que ya no traía muleta!

SEGUNDO TERCIO: BANDERILLAS
(de fuego, naturalmente)

La moral de los sitios ensimismados

Pero se aporta algo más: quizá sólo Silvestre, el más cosmopolita, el más viajado, era quien podía con cierta distancia "chismorrear" -¡qué verbo más bien elegido, Félix!- sobre esta región y sus gentes, tan bien dibujadas en el capítulo del café. Gente maliciosa, pero también interesada, como nos recuerda Tomás. Historias soterradas bajo una apariencia apacible, de cuento, añade Antonio. Bernardino lo resume así: "en las zonas rurales se vive hacia adentro". Apuntala Tomás: "en la lectura es fundamental situarse en esa sociedad cerrada, sitios ensimismados como el mundo rural de nuestros padres, donde todo fluía en aguas subterráneas y había un acuerdo tácito de silencio. Y, desde luego, una menor sanción social, que consentía todo tipo de relaciones, incluso barbaridades".

Cristina afina más y trata de la transgresión social y la importancia de guardar las apariencias, "y de ocultar el pasado", apunta Mª Jesús.

El coro se fue animando con el asunto de la moral. Loli , tajante, dice: "una cosa es la pasión y otra el adulterio; y esto es todo adulterio". Cholo despliega por fin la capa y entra al quite: "Sí, pero adulterio de segunda categoría, ¡con esos maridos! ¡No me fastidiéis!". Cristina matiza:"Ya, pero Colette tiene poca excusa". Ana apuesta de manera distinta: "Es fácil ser moral, si no te encuentras con la pasión". Cristina y Emma piensan que los únicos garantes de la moralidad - léase François, "modelo de rectitud" y Cécile- salen también bastante malparados. "Cécile –dice Emma- siempre sintiéndose rechazada ante su hermana en las fiestas, en los jolgorios…".

De pronto nos centramos en el personaje de Hélène, "mujer práctica -según Cristina- que olvida todo lo que no le viene bien, incluso a su propia hija". Esa crueldad llamó la atención de Mª Jesús. Bernardino despliega de nuevo el trapo y enciende al personal: "Pero de verdad, ¿creéis que amaba a su marido?"

"Hay varias clases de amor, no una sola, y los personajes de la novela parecen experimentarlos en distintas etapas de su vida", dice Ana. También Carmen opina algo similar en torno a eso mismo.

"¿Y Sylvestre? -se oye una voz en la grada- ¿sigue enamorado de ella?" "Claro, responde Antonio, por eso su vida ha perdido sentido".

ÚLTIMO TERCIO
La faena

"Parece que hubiera dos novelas en una: dos épocas, una totalmente buena y otra toda mala", dice Loli. Y hay un sentir general en que esto es así, cambia el ritmo, los acontecimientos se precipitan después de la apacibilidad de la primera parte. ¿Tendrá que ver con la propia redacción de la novela, que parece que pasó por un tratamiento desigual? Y aquí, como bravo espontáneo hasta ahora escondidillo, ataca Manuel: "¿Insinúas que no lo hizo ella? -¡Huy, qué mal pensados...!-. Quizá este cambio de ritmo se deba a eso, a que a la autora no le dio tiempo a revisar y pulir esta parte. En todo caso, dice Tomás, ¡qué bien dosificada está, qué bien controlada para ser tan breve…!"

También Manuel plantea si la autora, Irene Némirovsky, puede identificarse con el personaje de Brigitte, ya que en su biografía real hay datos paralelos: la "ausencia" materna, el principal. Y es cierto… ¡Vaya radiografía que estamos haciendo a la narración!

Sea como fuere, empiezan unos y otros a leer fragmentos, retazos… que vistos a esta luz –o sea, "a toro pasado", expresión más propia de esta redacción- ya dejan caer pistas… "¡Pero si toda la novela está llena de miguitas de pan que nos lo van poniendo fácil!", dicen Raúl, Bernardino, Manolo, Lourdes… Y seguimos encontrando ejemplos –ahora tan evidentes, sí- que certifican lo que nuestros sabuesos colectores ya han detectado (¡Elemental, querido Watson!).

Y como si se desempañara un cristal nublado, vamos viendo cada vez más claro esa duplicación de historias, paralelismo de personajes (Marc como alter ego de Silvestre; Colette y Brigitte, dignas hijas de su madre…).

Hay un fragmento leído en alto por Félix que perturba a la afición. Termina así: ...Ella parecía sorber, beberse mi corazón. Cuando la dejé marchar ya la quería menos. (Este final provocó que se viera flamear algún pañuelo blanco… ¿petición de oreja o congestión nasal?... Dejémoslo ahí). En cualquier caso, una vez leída la obra, ¿qué esconde este potente final? Quizá, como señala Félix, se valora menos a la mujer, una vez conseguida; quizás es sólo un lamento por el amor perdido o...

En todo caso, se aprovecha la reaparición de Silvio, a quien ya la afición tacha de revanchista y rencoroso, para dedicarle una bronca monumental (el decoro impidió que se oyeran pitos), pues sólo se acierta a explicar que nos cuente la intimidad de la perfecta Hélène por puro despecho. He ahí la verdadera faena de la tarde, que desmorona la vida en paz de una sociedad rural.

Hubo más cosas. Seguro. Pero hasta aquí hemos sabido llegar. Con la sangre ardiendo por tanta pasión y tanto engaño matrimonial y literario, nos despedimos, sin saber ya si éramos un club o una cuadrilla, sin nada que llevarnos a la boca y estrenando la nueva dirección de "Los Delfines" donde brindamos por el año recién abierto.. ¿La tapa? Naturalmente, oreja…

Nos emplazamos para el martes 10 de febrero a la misma hora con una nueva lectura: 'En el café de la juventud perdida', de Patrick Modiano... Recurrentes en la nostalgia estamos, es verdad… Y casi huele a naftalina… En fin, que alguien lleve un bandoneón para escupir un tango lacrimoso.

Y CON ESTO Y SIN BIZCOCHO
HASTA FEBRERILLO EL MOCHO.

ESTO ES TODO, AMIGOS


Lourdes, ¿merece esta faena salir por la puerta grande?....

martes, 20 de enero de 2009

PARA QUÉ LEER, un artículo de CONSTANTINO BÉRTOLO premiado por la Fundación Sánchez Ruipérez

RAZONES PARA LA LECTURA
Por CONSTANTINO BÉRTOLO


Constantino BértoloPara ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.

Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.

Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga).

Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pié quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.

Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.

Porque entre todos los libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.

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NOTA: Por este artículo, publicado en el diario Público, el 30 de mayo de 2008, CONSTANTINO BÉRTOLO ha recibido el IX Premio Periodístico sobre Lectura que otorga la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. El jurado se decidió a premiar este texto "por su reflexión sobre la lectura como un acto apasionado y contradictorio, donde es posible lo que en la vida es imposible".
Puedes leer aquí otro artículo del mismo autor, (haz click): ‘El editor como crítico frustrado: Constantino Bértolo en el I Encuentro de Crítica y Medios de Comunicación’.