84 Charing cross Road
de Helene Hanff
Hubo ausencias de aquellas que llamaban clamorosas (Choni, Félix, Albina, Yolanda, Ana, Antonio, Nemesio, Lourdes y Mª José); en contrapartida, dos incorporaciones: Marian y Ricardo. Bienvenidos a la fiesta.
La sesión comenzó con dos palabras contrarias: “frescura” contra “pesadez”. Loly se encargó de ponerlo todo más divertido. “Pues yo lo leí en valenciano, y sería eso porque le vi ternura…”. Graciela persiste en su incapacidad para soportar “tantos huevos en polvo”. Una vuelta de tuerca más: Bernardino dice sin empacho que le ha resistido la tercera lectura, bien tramada como historia, esa aparente sencillez –“una ingenuidad buscada”- y, en fin, la “calidez y calidad” que permite retratar así ese mundo: librerías de viejo, un contexto muy especial… Y advierte algo más: “Para mí son cartas podadas”.
Marian se estrena confesando que para ella lo primero fue la película (se refiere a la versión de la novela, “La última carta”) y que tanto como la película le gustó el libro. No le defraudó. Es como si la protagonista escribiera así precisamente por su condición de guionista. Cristina se suma a esta reacción. “Libro muy visual, parece que la vemos en su casa…”. Raúl: “Libro bien conseguido, sobre todo por saber fundir lo cotidiano con lo histórico”. Y Bernardino no quiere que pase inadvertido algo importante: la pobreza de la protagonista no el impide gastarse el dinero en libros. Tomás piensa que la protagonista se refugia con dignidad y autosuficiencia en su mundo de lecturas: “Precariedad sin desesperación”. No, no está desesperada, vive en una “amargura suave, no es una Fräulein”. Isabel la retrata como una mujer adelantada a su época.
Emma entra a hablar de la expresión peculiar de las cartas de Helene, con esa tipografía de mayúsculas que hace todo más subjetivo. A Raúl también le había llamado eso mismo la atención y añade algo más: su interés por la propia cronología epistolar.
Manuel echa en falta otro tipo de cartas con informaciones distintas, menos obsesivas en torno a un mismo tema literario. Pero enseguida Raúl interviene resaltando que hay tres tonos en las cartas, tres frecuencias (Helene, Frank y el resto de personajes corales). Isabel llega a decir que hay una suerte de celos entre los diversos corresponsales: y Marian observa cómo eso es así, de tal manera que Frank procura que su jefe no lo vea cuando escribe algunas de sus cartas.
Sobre el tema de “lo literario” como eje de la novela, a Tomás le llama la atención que Helene pida libros clásicos desde USA en un momento en que en Inglaterra (años 60) se va hacia lo pop, hacia otra cultura… Bernardino resalta cómo la librería y Londres aparecen en realidad como espacios míticos, inalcanzables, a los que nunca se acaba por llegar. Mª Jesús lo resume diciendo que si hubiera ido, el alcance final de la obra habría perdido el encanto. “Ella metió Londres en su casa”, eso se dijo como colofón de esta idea.
Se entra a hablar del contexto de la novela. Cristina es quien abre el nuevo sesgo considerando esa radiografía de la Inglaterra de posguerra que aparece continuamente. Es como si Helene asumiera los favores que su país no hizo a Inglaterra. Raúl llega a hablar de “mala conciencia”…
Un nuevo matiz: el sentido de la lectura, del intercambio de libros, de la “alegría” con que la protagonista se desprende sin duelo de ellos (Tomás lee en este sentido un pasaje de la página 75). Loly y Bernardino traen a colación ejemplos actuales de esta “socialización de la lectura” (crossing-book, etc.), como si ya la novela lo anticipara en la actitud de Helene.
Ricardo se estrena: “¿Y creéis que el único eje de la novela es el libro, lo relativo al libro? Cristina dice que si fuera así, no habría novela… Bernardino habla de toda una galaxia de temas (sociales, políticos..) que configuran la obra. “Quizás no sea una gran novela pero como historia está bien contada, con detalles medidos…” Emma vuelve a poner de relieve la exactitud del tono de las cartas. “Pinceladas pero muy bien medidas”, culmina Raúl. Y prosigue: “¡Qué pena que a Graciela no le gustara!”. “Es que ese día –confiesa ella- estaba mal del estómago” [risas, risas] Cholo, ojo avizor hasta ese momento, se descubre: “Lo siento pero me ha parecido monótono, pesado, como si leyera siempre lo mismo” Y Emma le advierte que alguna edición tiene páginas repetidas. “A ver si fue la que tocó” [más risas]
Como para conjurar que no hay un solo tema, Cristina pone el acento en la importancia que se da a la alimentación (envíos de alimentos desde USA, relatos de recetas…), que retrata toda una carencia colectiva. Y sobre eso se abunda en todos los tonos posibles…
Carmen, calladita hasta ahora, hace un juicio final sumarísimo: “No comparto el entusiasmo por el libro. Ni tengo empatía con la protagonista, a la que no le gusta la ficción. Y ese rechazo no lo entiendo… No me ha atrapado, eso es todo. Y veo en su vida un cierto fracaso. Unos y otros van modulando estos pareceres, que fueron cerrando la sesión, sin olvidar una “causticidad”, una “coña” que empapa la obra (en eso Cholo sí que está de acuerdo, con todos sus genes gallegos en pie).
* * *
Se propusieron las dos últimas lecturas del Club: Landero y Antonio Pereira, con la asistencia de éste como colofón del año. Pero la vida trama sus leyes de otra manera. Qué poco suponíamos lo que iba a suceder algunos días después. Y aun así –o precisamente por eso- decidimos hacer el día 12 de mayo un sesión de homenaje al gran ANTONIO PEREIRA leyendo y comentando relatos suyos. Landero nos espera, pues, más lejos.
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