jueves, 4 de diciembre de 2008
Próximas lecturas
lunes, 1 de diciembre de 2008
ACTA de la 2ª SESIÓN, sobre 'SOSTIENE PEREIRA', de Antonio Tabucchi
CLUB DE LECTURA "GINER"
2 ª SESIÓN - NOVIEMBRE
Nos hemos vuelto a reunir por segunda vez. Ha sido el 18 de noviembre, de nuevo en la biblioteca del IES Giner de los Ríos, a las 19'30 horas. El otoño está bien entrado ya y todavía ruedan hojas locas por las calles.
Dos noticias importantes: se incorporan cinco miembros más al Club Giner y Carmen lleva una caja de pastas. Ninguna de las dos novedades es desdeñable.
El Club, así, queda constituido por Carmen, Emma, Félix, Choni, Graciela, Manuel, Tomás, Chus, Albina, Lourdes, Bernardino, Yolanda y Charo (y la caja de pastas, mudo testigo siempre tan alerta a lo que decíamos, allí plantada, aún indemne…)
Se habló de la lectura pactada, la novela Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Intervenciones múltiples y en todos los sentidos hasta que nos dieron las nueve de la noche. Aquí reproducimos en síntesis lo que dio de sí:
Graciela abrió el fuego haciendo observar el tono entristecido de muchos elementos del libro: el propio personaje, la ciudad de Lisboa, las descripciones… Saudade, saudade… Parece ser que esos datos orientarían decisivamente la lectura.
Pero pronto apareció el asunto de la voz narradora ("¿de dónde viene esa voz que narra, quién es ese que siempre comienza así "Sostiene Pereira…?", sostuvo Félix. Se opinó de todo. Hubo incluso quien pensaba que Sostiene era el nombre propio de Pereira (risas de todos).
Se estuvo en principio de acuerdo en que quedaban cosas colgando, sin determinar, lo que hacía perder verismo a la narración. Hasta que Bernardino hizo reparar en el epílogo que Tabucchi añade, y que resolvería el detonante de la gestación de la novela: una experiencia personal que el autor no olvidó. Añadamos a eso el subtítulo de la propia novela (Una declaración) como explicación de esa forma de contar en diferido. El asunto dio para bastantes intervenciones.
Sostiene Bernardino que la novela es abierta desde el momento en que aparecen tantos autores como pretextos (Maiakovski, Daudet, Balzac, Pessoa…) Eso parece querer arrastrar al lector a otras escrituras. Él lo demuestra y trae el relato de Daudet que Pereira reseña en su periódico. Lo lee. El final ("Viva Francia") está en conexión –sugiere Tomás- con la resolución del protagonista de huir a ese país.
Los personajes de la novela. Graciela reparó en Cardoso, que le parece el verdadero motor del cambio de actitud de Pereira. Para ella, el más interesante. Carmen planteará que quien le parece jugar ese papel en la sombra es Marta, la verdadera activista. Monteiro en cambio es –sostienen Chus, Bernardino, Emma- un hombre sin demasiada personalidad: un "chapuzas", como su primo Rossi, rematará Bernardino. "Un cantamañanas", apostilla y sostiene Félix.
Sostiene Manuel que es interesante observar de continuo esa doble visión de la realidad en un régimen opresor como era Portugal en 1938. El periodista se entera de lo que ocurre más por los personajes (camarero, señora del tren…) que por cauces más oficiales. Todos convinimos en que eso era natural. Bernardino sostiene que es lo típico de cualquier dictadura: el alienamiento individual, la pérdida de identidad, etc.
Tomás sostiene esta otra observación: Pereira necesita "confesores" con que desahogarse para pedir consejo… Primero, el retrato de su mujer (o sea, un muerto); luego, un cura, el P. António; por último, el médico Cardoso, que le pide que "frecuente el futuro". He ahí la evolución del personaje de Tabucchi.
Hubo otros aspectos sobre los que planteamos más o menos opiniones personales. Charo y Yolanda merodean en torno a la actitud de Pereira antes del desencadenante de la acción: ¿Qué impele a actuar a Pereira? ¿Por qué antes no? ¿No se enteraba de lo que estaba pasando? ¿Le daba igual? ¿Era cobardía? ¿Conformidad? Se plantea una discusión sostenida [sic] sobre el asunto.
— - —
En torno a las nueve de la noche se levanta la sesión (y, por fin, la tapa de la caja de las pastas) no sin antes acordar buscar un libro que no esté en el contexto de las dos lecturas hasta ahora tratadas (El lector y Sostiene Pereira). Estuvimos de acuerdo de inmediato en postergar la lectura prevista (El hijo del acordeonista, de B. Atxaga). Tras barajar títulos –siempre narraciones-, Graciela propuso como lectura para el 9 de diciembre un libro reciente: La lámpara de Aladino, de Luis Sepúlveda. Aceptado todo por unanimidad, con un sí colectivo sulfatado por miguitas de pastas a diestro y siniestro… Y ese fue el colofón. Luego, el vino en el bar cercano de Rosi (no, no de Monteiro Rossi).
Hasta el día 9 de diciembre, compañeros lectores /-as del Club Giner.
A propósito de 'Sostiene Pereira' de Tabucchi, un cuento de Alphonse Daudet: 'La última clase'
La última clase
(Relato de un niño alsaciano)
¡Hacía un tiempo tan hermoso, tan claro! Se oía a los mirlos silbar en la linde del bosque, y en el prado Rippert, tras el aserradero, a los prusianos que hacían el ejercicio. Todo esto me atraía mucho más que la regla del participio; pero supe resistir la tentación y corrí apresuradamente hacia la escuela.
Al pasar por delante de la Alcaldía vi una porción de gente parada frente al tablón de anuncios. Por él nos venían desde hacía dos años todas las malas noticias, las batallas perdidas, las requisiciones, las órdenes de la Kommandature, y, sin pararme, me preguntaba para mis adentros: "¿Qué es lo que todavía puede ocurrir?"
Entonces, al verme atravesar la plaza a la carrera, el herrero Watcher, que estaba con su aprendiz leyendo el bando, me gritó:
-No te molestes tanto, muchacho; todavía llegas a la escuela bastante a tiempo.
Me pareció que me hablaba con sorna, y entré sin aliento en el patio de la escuela.
De ordinario, al comenzar la clase, se levantaba un gran alboroto, que se oía hasta en la calle: los pupitres, que abríamos y cerrábamos; las lecciones, que repetíamos a voces todos a un tiempo, tapándonos los oídos para aprenderlas mejor, y la ancha palmeta del maestro, que golpeaba la mesa:
-¡Silencio! ¡Un poco de silencio!
Yo contaba con este jaleo para deslizarme en mi banco sin ser visto; pero precisamente aquel día todo estaba tranquilo como la mañana de un domingo. Por la ventana, abierta, veía a mis compañeros alineados en sus sitios, y al señor Hamel, que pasaba y repasaba, con su terrible palmeta bajo el brazo. No hubo más solución que abrir la puerta y entrar en medio de aquel inmenso silencio. ¡No les digo si estaría avergonzado, ni el pánico que tendría!
Pues bien: ¡no! El señor Hamel me miró sin cólera y me dijo dulcemente:
-Siéntate pronto, hijo mío; íbamos a comenzar sin ti.
Me monté sobre el banco, y en seguida me senté al pupitre. Fue entonces cuando, algo recobrado de mi pavor, eché de ver que el maestro se había puesto su hermosa levita verde, su chorrera rizada y el gorro bordado de seda negra, que sólo sacaba los días de inspección o de distribución de premios. Además, la clase entera tenía un no sabía qué extraordinario, solemne; pero lo que me sorprendió más fue ver en el fondo de la sala, en los bancos que solían quedar desiertos, unos cuantos viejos sentados, silenciosos como nosotros: el anciano Hauser, el antiguo alcalde, el cartero viejo y otros cuantos. Todos ellos parecían tristes, y Hauser había llevado un silabario, roído por los bordes, que sostenía en las rodillas abierto, con las gruesas gafas entre las páginas.
Mientras yo hacía estas extrañas observaciones, el señor Hamel se había subido a su tribuna, y con la misma voz grave y dulce con que me había recibido, nos dijo:
-¡Hijos míos!, es el último día que les doy clase. Ha llegado de Berlín la orden de que no se enseñe más que el alemán en las escuelas de Alsacia y Lorena... El maestro nuevo llega mañana. Hoy es nuestra última lección de francés; les suplico que pongan toda su atención.
Estas cuatro palabras me trastornaron por completo. ¡Miserables! Esto es lo que nos preparaban con el bando de la Alcaldía.
¡Mi última lección de francés! ¡Y yo que apenas sabía escribir! Entonces, ¡yo no lo aprendería nunca! ¡No pasaría de ahí! ¡Cómo me reprochaba a mí mismo el tiempo perdido, los novillos que había hecho para ir a nidos o a patinar sobre el Saar! Mis libros, que hacía poco me aburrían tanto y tanto me pesaban en la mano, mi Gramática, mi Historia Sagrada, ahora me parecían viejos amigos, de quienes me costaría mucho trabajo separarme. Lo mismo que el señor Hamel. La idea de que iba a marcharse, de que ya no lo vería más, me hacía olvidar los castigos y los palmetazos.
¡Pobre hombre! Se había puesto su traje bueno de los domingos en honor a la última clase. Ahora ya comprendía también por qué estos viejos del pueblo habían venido a sentarse en lo último de la sala. Parecía que sentían no haber venido más a menudo; era también una manera de dar las gracias al maestro por sus cuarenta años de buenos servicios, de ofrecer sus respetos a la patria que se marchaba con él...
Estaba en este punto de mis reflexiones, cuando oí que el maestro me llamaba. Me había llegado el turno. ¡Qué no habría dado yo por poder decir de un tirón aquella terrible regla del participio, muy alto, muy claro, sin una sola falta! Pero a las primeras palabras me embrollé, y allí me quedé, de pie, balanceándome en el banco, con el corazón en un puño y sin atreverme a levantar la cabeza. El señor Hamel me iba diciendo:
-No te riño, pobrecito; bastante castigado estás... Pero, mira, las cosas son así. Todos los días nos decimos ¡Bah!, tengo tiempo, ya estudiaré mañana, y luego, aquí tienes lo que pasa. ¡Ay! Ésta ha sido la gran desgracia de nuestra Alsacia: dejar siempre su instrucción para mañana. Ahora esa gente tiene derecho a decirnos: Pero ¿cómo? ¿Pretenden ser franceses y no saben hablar su lengua? De todo ello, tú no tienes mucha culpa; todos nosotros tenemos muchas cosas que echarnos en cara. A sus padres no les ha importado gran cosa verlos instruidos; les parecía mejor mandarlos a trabajar la tierra o a las fábricas, para reunir unos cuantos céntimos más. Y yo mismo, ¿no tengo algo que reprocharme también? ¿No les hacía muchas veces regar mi jardín en vez de estudiar? Y cuando quería irme a pescar truchas, ¿me violentaba algo para mandarlos a paseo?
Y después, de una cosa en otra, el señor Hamel llegó a hablarnos de la lengua francesa, diciendo que era la lengua más hermosa del mundo, la más clara, la más sólida; que era preciso guardarla entre nosotros y no olvidarla nunca, porque cuando un pueblo cae en la esclavitud, si conserva bien la lengua propia, es como si tuviera la llave de la prisión1. Después cogió una gramática y nos leyó la lección; yo estaba asombrado de ver cómo lo comprendía; todo lo que decía me pareció fácil, facilísimo. Acaso fuera que nunca había escuchado con tanta atención y que tampoco él había puesto tanta paciencia en sus explicaciones. Se diría que el pobre quería infundirnos todo su saber antes de marcharse, que nos lo quería meter de golpe en la cabeza.
Cuando hubo terminado la lección pasamos a la escritura. El maestro nos había preparado modelos nuevos, sobre los que había escrito con una hermosa letra redonda: Francia, Alsacia, Francia, Alsacia. Parecían banderitas que ondeaban por toda la clase, colgadas como de un mástil sobre nuestros pupitres. ¡Era de ver cómo nos aplicábamos todos! ¡Qué silencio! No se oía más que el rasguear de las plumas sobre el papel. Por la ventana entraron zumbando unos abejorros; nadie paró en ellos, ni siquiera los pequeñuelos, que no levantaban cabeza, trazando sus palotes con tanta afición como si fueran francés también.
Sobre el tejado de la escuela, las palomas se arrullaban dulcemente; al oírlas me preguntaba: "¿Las obligarán también a arrullarse en alemán?"
De vez en cuando levantaba los ojos de mi plana y veía al señor Hamel, inmóvil en su silla, mirando fijamente los objetos a su alrededor, como si quisiera llevarse en la mirada toda su escuela. ¡Figúrense! Desde hacía cuarenta años estaba allí; en el mismo sitio, con el patio enfrente y la clase siempre parecida; sólo los bancos, los pupitres, se habían lustrado, bruñidos por el uso; los nogales del patio habían crecido, y la enredadera, plantada por su mano, festoneaba las ventanas y subía hasta las tejas. ¡Qué tortura debía ser para aquel pobre hombre dejar todas estas cosas y oír a su hermana, que trajinaba en el piso de encima haciendo las maletas!... Porque debían partir al día siguiente, ¡irse de su tierra para siempre!
Sin embargo, aún tuvo ánimos para darnos la clase de cabo a rabo. Después de la escritura dimos la lección de historia; más tarde, los más pequeños cantaron juntos el ba, be, bi, bo, bu. Allá en lo último de la sala, el viejo Hauser se había puesto los espejuelos, y, con la cartilla abierta, deletreaba a coro con ellos. Se veía que también él se aplicaba; su voz temblaba de emoción y era tan gracioso oírlo, que teníamos ganas de reír y llorar a la vez. ¡Ay! ¡Siempre me acordaré de esta ultima clase!
En esto, el reloj de la iglesia dio las doce; después, sonó el Ángelus. En el mismo momento, los sonidos de las trompetas de los prusianos, que volvían de la instrucción, estallaron bajo las ventanas. El señor Hamel se levantó de su asiento completamente demudado; nunca me había parecido tan grande.
-Hijos míos -dijo-; hijos míos... Yo..., yo...
Pero algo lo ahogaba, y no pudo terminar la frase.
Entonces se volvió hacia la pizarra, cogió la tiza y, calcando con todas sus fuerzas, escribió en trazos tan gruesos como pudo:
"¡VIVA FRANCIA!"
Y allí se quedó, la cabeza apoyada contra la pared. Y, sin hablar, nos hacía con la mano señas que querían decir:
-Se ha acabado... Salgan.
— - —
CAMBIO en el libro para platicar en la próxima reunión: 'La lámpara de Aladino', de LUIS SEPÚLVEDA
(9 de diciembre, a las 19.30 horas
en la biblioteca del IES Giner de los Ríos),
será La lámpara de Aladino
de Luis Sepúlveda.
martes, 18 de noviembre de 2008
CARTA de JOANA T. con grato mensaje sobre la película 'El lector'
Quería únicamente añadir un comentario y no he encontrado dónde: de El lector se acaba de hacer una adaptación cinematográfica protagonizada por Kate Winslet y Ralph Fiennes (¡nada menos!).
Se habla de ello en la web de la actriz:
http://www.katewinslet.es/
y el trailer puede verse en:
http://www.apple.com/trailers/
Gracias de nuevo, y seguimos en contacto.
Joana T.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
INTERESANTE ENTREVISTA al escritor alemán BERNHARD SCHLINK
Su interés por la ética es producto de una herencia familiar que el escritor alemán fue alimentando con sus búsquedas personales: su padre era un teólogo protestante; su madre, calvinista, había estudiado teología. La paradoja de Schlink es que estudió derecho "porque un abogado siempre debe llegar a un resultado y no puede perder el tiempo en discusiones filosóficas o literarias", pero se dio cuenta de que algo le faltaba. Y a la hora de ajustar cuentas, descubrió que la literatura también ayuda a mirar la realidad, disparando dilemas éticos perturbadores, como en algunos de los cuentos que integran el volumen Amores en fuga y en el ciclo de novelas protagonizadas por el detective Selb. Schlink potencia y extrema los dilemas éticos en El lector, novela que será llevada al cine por Anthony Minghella (director de El paciente inglés). Michael Berg, un adolescente de quince años enfermo de hepatitis, es ayudado en la calle por Hanna, una mujer que tiene treinta y seis y trabaja vendiendo boletos en el tranvía. Entre ellos comenzará una relación amorosa que incluye un ritual: Michael le lee en voz alta Emilia Galotti, de Schiller, y Guerra y Paz, de Tolstoi, entre otros libros. Hasta que un día, sin previo aviso, ella se va de la ciudad. Años después, Michael concurre al Palacio de Justicia como estudiante avanzado de derecho, para seguir las alternativas de un juicio contra un puñado de mujeres que habían trabajado de guardianas en un campo de concentración. Ahí es cuando se reencuentra con Hanna. Ella es una de las acusadas.
Mientras sigue las sesiones del juicio y escucha cómo esas mujeres siguen presas del embrutecimiento con el que vivieron como un hecho cotidiano la cámara de gas, descubre que ella es analfabeta. La vergüenza es una palabra clave en esta ficción: la sienten Michael y los jóvenes estudiantes de abogacía –respecto del pasado nazi– y Hanna, que no busca defenderse porque prefiere ocultar su condición de analfabeta. El mayor dilema de Michael –que aunque la ama no duda de que ella debe ser condenada– es si debe hablarle al juez para informarle por qué esa mujer no comprende lo que le preguntan, por qué no puede formular lo que piensa ni sabe explicarse bien. Schlink dice que todo libro es autobiográfico, pero cuando se le pregunta si hubo una Hanna en su vida o qué aspectos de su experiencia aparecen reflejados en la ficción, Schlink sonríe con timidez y señala: "No me parece importante aclarar qué cuestiones son o no autobiográficas".
–Durante el juicio, Hanna le pregunta al juez qué habría hecho en su lugar. ¿Qué le respondería a Hanna si le hiciese a usted la misma pregunta?
–Es una pregunta que involucra, según el caso, al juez o a los lectores. Yo no sé qué diría (piensa)... nada está demasiado claro, es una situación más complicada de lo que parece, porque cuando se formula semejante pregunta es demasiado tarde para acordarse de la ética. Y aun cuando sabemos lo que está bien o mal, eso no significa que será fácil hacer lo bueno o lo correcto.
–¿Tanta vergüenza genera el analfabetismo en Alemania?
–Sí, no sólo es un problema de los países del tercer mundo; en los países industrializados de Europa hay altas tasas de analfabetismo: un tres por ciento de la población alemana es analfabeta; lo que ocurre es que no lo queríamos aceptar. Los analfabetos sienten tanta vergüenza que hacen todo tipo de trucos para ocultar su condición, como comprarse el diario cada mañana y sentarse en un café a hacer de cuenta que lo leen. O si en la calle se pierden y no saben dónde están dicen que se olvidaron los anteojos y que por eso no alcanzan a leer el cartel.
–¿Hanna sólo puede redimirse cuando aprende a leer y escribir?
–Creo que ella no se redime porque no puede enfrentar el mal que ha hecho, aunque aprenda a leer. Quizá comprende mejor lo que hizo y por eso no lo soporta. Pero no estoy demasiado seguro de por qué ella se suicida. Mientras estuvo en la cárcel se había retirado tanto del mundo y de la sociedad, que ella no sabía si iba a ser capaz de dar una vuelta de tuerca tan radical en su vida como para volver a enfrentar el mundo. La misión de un autor es escribir un libro y no interpretarlo (risas). Yo también trato de interpretar, me pregunto "qué pudo haber pasado si..."
–¿Hubo cuestionamientos por la relación amorosa entre un joven de quince años y una mujer de 36?
–Sí, sobre todo en Estados Unidos. Estuve en un diálogo con Oprah Winfrey y toda la primera parte de la entrevista se trató el tema del abuso sexual. En Alemania, en cambio, muchos me dicen que no es una historia de amor normal y me parece una observación muy linda para pensar qué es una historia de amor normal. Es un hecho que, desde el punto de vista de la ley, ella estaría abusando del chico, pero yo no veo a Hanna como una corruptora de menores. El personaje tiene 15 años y no es un niño, es un joven mucho más maduro de lo que parece. Pero también creo que tenemos que saber lidiar con las cuestiones no normales de la vida y del mundo.
–Michael dice que su generación sintió mucha vergüenza por el nazismo ¿Cómo lo vivió usted?
–Para mí y para todos los de la segunda generación después de la guerra, el nacionalsocialismo era una historia del terror o del horror, pero nuestros profesores, o incluso nuestros parientes, aquellas personas que admirábamos y queríamos de alguna manera habían sido parte de este horror porque permitieron que sucediera. El problema que plantea el libro es el problema de mi generación: esas personas que cometieron monstruosidades no necesariamente eran monstruos. Creo que sería mucho más fácil vivir si aquellos que cometen cosas monstruosas tuvieran caras de monstruos. Esto no sólo se puede aplicar a Alemania, me parece que es una experiencia similar a lo que ocurrió en Argentina con la dictadura militar.
–¿Qué repercusión tuvo el libro en la sociedad alemana, teniendo en cuenta que usted presenta a la guardiana del campo de concentración con un rostro muy humano?
–Sí, hubo muchas controversias. La memoria acerca del nacionalsocialismo lleva más de cincuenta años y esto hace que se vaya transformando y adoptando formas diferentes. En algún momento lo más importante era juzgar de manera clara, pero en la medida en que uno se va distanciando temporalmente es más fácil ver los matices. Mi libro se publicó justamente en un momento de quiebre entre un período en el que sólo se buscaba juzgar y otro en el que se necesitaba la distancia para mirar. Y creo que mi novela ha aportado algo a este cambio, generó un sentimiento hacia esa complejidad: quienes participaron del nazismo y cometieron monstruosidades no son necesariamente monstruos.
–¿Por qué vuelven a reaparecer los grupos neonazis?
–El tema tiene una gravitación mucho más importante en las zonas de la antigua República Democrática. Los jóvenes que se querían rebelar contra el sistema comunista del este se decían neonazis como una forma de cuestionar al sistema. La diferencia principal con el nacionalsocialismo de la década del 20 y del 30 es que los grupos neonazis no atraviesan todos los estratos sociales; los neonazis de los noventa son jóvenes desempleados que quieren expulsar a los extranjeros. Pero en la medida en que consiguen un trabajo y logran estabilizarse abandonan este tipo de posturas. Están unidos sólo por un conjunto de eslóganes como "Alemania tiene que volver a ser grande", "los extranjeros tienen que irse", pero no tienen un programa.
martes, 4 de noviembre de 2008
INAUGURATIO: ACTA de la 1ª SESIÓN
INAUGURATIO
Nos reunimos 8 personas —otra vez el 8—, cinco vinculadas al Centro: Tomás, Graciela, Cristina, Mª Jesús y Carmen y otras 3 ajenas a él: Emma, Chony y Bernardino.
- Se hace una breve exposición sobre nuestros intereses y objetivos, que son muy simples: encontrarse periódicamente para charlar sobre un libro seleccionado y leído previamente. Ni más, ni tampoco menos.
- El hecho de que las reuniones se realicen en el IES Giner de los Ríos no significa que la actividad esté circunscrita al Centro. Al contrario, el club tiene una vocación abierta y están invitados cuantos lectores quieran acudir.
- Para facilitar la comunicación y la difusión de nuestras actividades se ha creado una cuenta de correo, clubginer@gmail.com y un blog, clubginer.blogspot.com.
- El libro que se había seleccionado para iniciar este proyecto es El lector de Bernhard Schlink.
- Pensábamos que esta primera reunión iba a ser una mera toma de contacto, pero como todos habíamos leído el libro excepto una persona, pasamos directamente al ataque y.... en amena charla comentamos muchas cosas sobre el libro y es que... tiene mucha miga.
1.- ¿Fue una buena elección?
- Sí por unanimidad. Es un libro que engancha, no es difícil de leer, es sintético, no tiene paja, sorprende porque da muchos giros narrativos y, aunque según algunos, es lento al inicio, incluso anodino, luego sorprende con una profundidad inesperada.
- Aunque es breve y aparentemente fácil, es un libro seguramente de gestación larga y muy meditado.
2.- ¿Qué hemos visto en él?
- La mujer (deseada, amada) como espejo en que se refleja el hombre y en el que vuelca sus inquietudes.
- Una relación que casi anula todas las demás vivencias y sobre todo a las demás mujeres.
- Es una vez más el tópico de la iniciación sexual de un adolescente con una mujer madura, frecuente en el cine, sobre todo italiano.
- En cualquier caso, ¿resulta verosímil al lector?
- Una relación desigual, una relación de poder y sometimiento, un ancla ante una vida muy limitada.
- ¿Realmente había enamoramiento?
- Tres etapas en la vida de un hombre: adolescencia, juventud y madurez y cómo están marcadas por una relación ¿sentimental?, ¿amorosa?, ¿simplemente sexual?
“ Luchaba siempre y había luchado siempre, no para demostrar a los demás de lo que era capaz, sino para ocultarles de qué no era capaz”
“...Y si no era culpable por traicionar a una criminal, sí lo era por haber amado a una criminal”
- ¿Puede más la vergüenza personal que la enorme culpa histórica?
- ¿Hay culpa en amar al culpable?
- Sólo es verdugo el que se ve en la coyuntura de serlo, y los que los juzgamos, en la misma coyuntura, ¿habríamos sido también verdugos?
- Los alemanes juzgaron a sus criminales y así se limpió de culpa toda una generación y también las siguientes.
- Se contrapone el caso alemán al español, donde no ha habido esa depuración.
- La indiferencia —¿anestesia?— del verdugo ante el horror.
- Salvo el protagonista y Hanna, son anecdóticos.
- Tibieza de un padre intelectual distante al que sólo acude como profesional de la filosofía.
- Las otras mujeres se despachan en pocas líneas, incluso su hija y su madre.
- Impregna todo con su olor y su historia.
- Extrañas e inexplicables reacciones: en el tranvía, por ejemplo.
- ¿Tenía una vida aparte de su relación con el protagonista? En todo caso, muy limitada por su analfabetismo.
- Establece siempre relaciones con seres jóvenes y débiles.
- ¿Por qué se abandona en la cárcel? Se plantean dos hipótesis:
b.- saber leer la conduce a libros sobre campos de concentración y se vuelve consciente de la magnitud de su culpa.
Comentamos todos estos aspectos, otros muchos flotaron en el aire o se quedaron en el tintero de nuestros pensamientos sin aflorar.
Muchas preguntas y muchos dilemas morales plantea esta novela tan sencilla a simple vista. Quizá resurjan en nuestra próxima reunión, cuando Graciela —y quizá algún otro lector que no haya podido acudir a este primer encuentro— nos exponga su visión.
- El próximo encuentro será el martes, 18 de noviembre a las 19.30 horas con un nuevo libro: Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi.
- Y si queréis ir adelantando tarea, el martes, 9 de diciembre charlaremos sobre El hijo del acordeonista de Bernardo Atxaga.
y a los lectores desconocidos .... os esperamos en la próxima reunión, ¡animaos!
Si queréis poneros en contacto con nosotros, os recordamos nuestra dirección de correo electrónico clubginer@gmail.com
Y vuestros comentarios serán bienvenidos en nuestro blog clubginer.blogspot.com
miércoles, 29 de octubre de 2008
PRÓXIMOS ENCUENTROS Y LECTURAS PARA PLATICAR
lunes, 20 de octubre de 2008
28 de OCTUBRE / PRIMERA REUNIÓN del CLUB DE LECTURA "GINER"
CLUB DE LECTURA
“GINER”
¿Qué es un Club de Lectura?
Es una reunión planificada de lectores de todo tipo en un lugar concreto para hablar sobre lecturas que de antemano se han leído por todos. Simplemente eso. Los Clubs de Lectura están teniendo una gran aceptación en todas partes, precisamente por la sencillez de sus objetivos (charlar con naturalidad sobre libros leídos) y la facilidad de relación de sus miembros.
El IES “Giner de los Ríos” de León se adhiere a esta iniciativa. Y propone a quien desee hacerlo formar parte de este Club bajo el lema:
“VEN TÚ Y TRAE A OTRA PERSONA”
Para ello, os convocamos a todos/todas a una primera reunión el MARTES 28 DE OCTUBRE, a las 19’30 en la BIBLIOTECA de nuestro instituto. Allí hablaremos de la primera lectura: la novela EL LECTOR, de Bernard Schlink (Editorial Anagrama, colección “Compactos”), que podéis adquirir en cualquier librería de León (en “Alejandría” hemos visto bastantes ejemplares). En esa sesión inicial decidiremos cada cuánto tiempo nos reuniremos (lo habitual es cada tres semanas…) y qué día de la semana elegimos.
Os pediríamos a los interesados/as que nos lo hicierais saber ya. Para cualquier contacto, sugerencia, etc. nuestro e-mail es clubginer@gmail.com
ANIMAOS VOSOTROS O DECIDLO A AMIGOS, COMPAÑEROS-AS DE TRABAJO, FAMILIARES…
¿Quién dijo que la lectura es una actividad aburrida?
CLUB GINER