CLUB DE LECTURA "GINER"
2 ª SESIÓN - NOVIEMBRE
Nos hemos vuelto a reunir por segunda vez. Ha sido el 18 de noviembre, de nuevo en la biblioteca del IES Giner de los Ríos, a las 19'30 horas. El otoño está bien entrado ya y todavía ruedan hojas locas por las calles.
Dos noticias importantes: se incorporan cinco miembros más al Club Giner y Carmen lleva una caja de pastas. Ninguna de las dos novedades es desdeñable.
El Club, así, queda constituido por Carmen, Emma, Félix, Choni, Graciela, Manuel, Tomás, Chus, Albina, Lourdes, Bernardino, Yolanda y Charo (y la caja de pastas, mudo testigo siempre tan alerta a lo que decíamos, allí plantada, aún indemne…)
Se habló de la lectura pactada, la novela Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Intervenciones múltiples y en todos los sentidos hasta que nos dieron las nueve de la noche. Aquí reproducimos en síntesis lo que dio de sí:
Graciela abrió el fuego haciendo observar el tono entristecido de muchos elementos del libro: el propio personaje, la ciudad de Lisboa, las descripciones… Saudade, saudade… Parece ser que esos datos orientarían decisivamente la lectura.
Pero pronto apareció el asunto de la voz narradora ("¿de dónde viene esa voz que narra, quién es ese que siempre comienza así "Sostiene Pereira…?", sostuvo Félix. Se opinó de todo. Hubo incluso quien pensaba que Sostiene era el nombre propio de Pereira (risas de todos).
Se estuvo en principio de acuerdo en que quedaban cosas colgando, sin determinar, lo que hacía perder verismo a la narración. Hasta que Bernardino hizo reparar en el epílogo que Tabucchi añade, y que resolvería el detonante de la gestación de la novela: una experiencia personal que el autor no olvidó. Añadamos a eso el subtítulo de la propia novela (Una declaración) como explicación de esa forma de contar en diferido. El asunto dio para bastantes intervenciones.
Sostiene Bernardino que la novela es abierta desde el momento en que aparecen tantos autores como pretextos (Maiakovski, Daudet, Balzac, Pessoa…) Eso parece querer arrastrar al lector a otras escrituras. Él lo demuestra y trae el relato de Daudet que Pereira reseña en su periódico. Lo lee. El final ("Viva Francia") está en conexión –sugiere Tomás- con la resolución del protagonista de huir a ese país.
Los personajes de la novela. Graciela reparó en Cardoso, que le parece el verdadero motor del cambio de actitud de Pereira. Para ella, el más interesante. Carmen planteará que quien le parece jugar ese papel en la sombra es Marta, la verdadera activista. Monteiro en cambio es –sostienen Chus, Bernardino, Emma- un hombre sin demasiada personalidad: un "chapuzas", como su primo Rossi, rematará Bernardino. "Un cantamañanas", apostilla y sostiene Félix.
Sostiene Manuel que es interesante observar de continuo esa doble visión de la realidad en un régimen opresor como era Portugal en 1938. El periodista se entera de lo que ocurre más por los personajes (camarero, señora del tren…) que por cauces más oficiales. Todos convinimos en que eso era natural. Bernardino sostiene que es lo típico de cualquier dictadura: el alienamiento individual, la pérdida de identidad, etc.
Tomás sostiene esta otra observación: Pereira necesita "confesores" con que desahogarse para pedir consejo… Primero, el retrato de su mujer (o sea, un muerto); luego, un cura, el P. António; por último, el médico Cardoso, que le pide que "frecuente el futuro". He ahí la evolución del personaje de Tabucchi.
Hubo otros aspectos sobre los que planteamos más o menos opiniones personales. Charo y Yolanda merodean en torno a la actitud de Pereira antes del desencadenante de la acción: ¿Qué impele a actuar a Pereira? ¿Por qué antes no? ¿No se enteraba de lo que estaba pasando? ¿Le daba igual? ¿Era cobardía? ¿Conformidad? Se plantea una discusión sostenida [sic] sobre el asunto.
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En torno a las nueve de la noche se levanta la sesión (y, por fin, la tapa de la caja de las pastas) no sin antes acordar buscar un libro que no esté en el contexto de las dos lecturas hasta ahora tratadas (El lector y Sostiene Pereira). Estuvimos de acuerdo de inmediato en postergar la lectura prevista (El hijo del acordeonista, de B. Atxaga). Tras barajar títulos –siempre narraciones-, Graciela propuso como lectura para el 9 de diciembre un libro reciente: La lámpara de Aladino, de Luis Sepúlveda. Aceptado todo por unanimidad, con un sí colectivo sulfatado por miguitas de pastas a diestro y siniestro… Y ese fue el colofón. Luego, el vino en el bar cercano de Rosi (no, no de Monteiro Rossi).
Hasta el día 9 de diciembre, compañeros lectores /-as del Club Giner.
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