jueves, 8 de enero de 2009

Y con retraso... el ACTA DE LA 3ª REUNIÓN: 'La lámpara de Aladino', de Luis Sepúlveda

TERCERA SESIÓN DE LECTURA
'LA LÁMPARA DE ALADINO', de Luis Sepúlveda

Nos reunimos en el día previsto (martes, 9 de diciembre, ya oscurecido) el equipo lector habitual con dos añadiduras a las que dimos la bienvenida: Loli y unas pastas caseras, compactas y contundentes (tenían manteca pro-colesterol) que Félix había traído de algún lugar del Edén. ¡Gracias!
Ausencias por diversidad de causas: Albina (correcciones de exámenes y posterior neurosis), Charo (embarazo avanzado), Yolanda (sujeta a ventanilla laboral). Todas, pues, justificadas.

Inició la sesión Choni, que ya planteó un sentir común inicial: el libro no había acabado de llenarla a pesar de lo agradable de su lectura; habló del relato Cena con los poetas muertos como el que más le había gustado, por el mensaje moral que encerraba… “y su valor didáctico”, Lourdes dixit.

Loli habló ya de un estilo distintivo sudamericano y con una cierta vena revolucionaria. Félix apostó aún más fuerte: le había encantado el libro: su mundo lleno de imágenes y la galería de personajes (náufragos, fronterizos, apátridas….) así como los lugares y emplazamientos de los relatos (islas, jungla…). Él ve dos vertientes: lo americano y lo europeo, ejes que dan cierta unidad al libro. Destacó ya “Hotel Z”. El propio Félix (“¡Elemental, querido Watson!”) había rastreado las menciones topográficas a las que se alude, que son, en efecto, reales. Insistió en el fiel reflejo de la Patagonia: viento, frío, conchas, yerbas, indígenas patagones… desolación. También el lenguaje deja caer expresiones de allá (“petisa”, “piolar”…).

Cristina rompió una piadosa lanza y destacó el optimismo y la consideración de “buenas personas” que los personajes tenían. Se detuvo más en el personaje de “Historia mínima”.

Tomás ya incide en la carencia de originalidad, sin que ello haya de ser menoscabo, pues todos los cuentos parecen ya leídos, asentados en otras narraciones ajenas, y hasta llegó a hablar de un lenguaje un tanto sobrepasado (puso ejemplo en el primer párrafo del primer cuento).

Lourdes derivó directamente al mundo de las mujeres del relato. “Personajes sin consistencia, espectros”, así los definió. Luego se ratificaría con pormenores esta afirmación de Lourdes.

Manolo destacó el ritmo. Aludió a “Ding dong, ding, dong son las cosas del amor” y leyó un ejemplo descriptivo donde la morosidad estaba muy bien expresada. También aludió a la relación entre el vino y el amor, presente a través de ese mismo relato. Asimismo, destacó “La isla” por su tono poético. Sobre este relato, surgen distintos pareceres sobre el sentido verdadero del amor de la pareja: Cristina confiesa que se sintió molesta ante la actitud del protagonista, que la deja sólo porque ella no acepta someterse al papel de amante convencional. Esta opinión supuso posiciones controvertidas de unos y otros sobre el asunto. Cuando empezó a rozarse el cotilleo vil, hubo un sagaz golpe de timón. Y a otra cosa, mariposa.

Al surgir el tema de la relación de estos relatos y el cine, se habló de la película “Historias mínimas”, de Adolfo Arostaráin como posible referente. Ello llevó a tratar con más detalle la vinculación entre Sepúlveda y el cine (lenguaje, estructura de los relatos, etc.). Fue entonces cuando Bernardino rompió su voto de silencio (“Es que yo vengo de corregir”, adujo) y abundó en que una de las claves de la lectura del libro podría ser precisamente ésta: su talante cinematográfico (planos, contraplanos, zoom…). Bernardino se embaló. “Más que una copia de otros relatos, el libro es una serie de homenajes a otros autores, incluso al mismo Sepúlveda, en la primera historia y en “La reconstrucción de la catedral”, que recuerda a su novela Un viejo que leía novelas de amor. También desvela que acaso hay que saber entender el lenguaje del autor, lleno de deliberados excesos, mezclas, descuidos… Todo oficio.

Item más, roto y bien disipado ya el voto de silencio, Bernardino –paradójicamente— apuesta por el relato más breve (¡esa sí que es un verdadera historia mínima!): “El árbol”. Nos hace ver los valores de un relato que parecía haber pasado inadvertido. Luego Lourdes apostaría por este relato sobre los demás.

Para terminar, entre pasta y pasta, se jugó a defender por cada lector un relato del libro. Resultó que “Hotel Z” obtuvo cuatro votos; “La porfiada llamita de la suerte”, tres. Y con dos votos se rescataron “Historia mínima” y “El árbol”. Era una manera distendida de abordar la traca final.

Terminada la sesión, pareció congruente ir a despedirnos a “Los delfines”. Su dueña, Rosi, es peruana y el local, en efecto, hacer frontera entre dos calles… talmente un lugar en tierra de nadie, como esos relatos recién saboreados.

Y así quedamos citados en el lugar de costumbre para el día 20 de enero con la novela El ardor de la sangre, de Irene Nemirovski. Es deseo de este dúo amanuense miniador el desearos que paséis las navidades de las dos únicas maneras posibles:
Bien o en familia.

Felices días. Y la nieve sigue cayendo, casi asustada y pidiendo excusas, sobre la ciudad…

1 comentario:

kokotera dijo...

lamento el retraso en la publicación del acta, queridos amigos y amigas... pero más vale tarde que nunca...
Con un abrazo y los mejores deseos para empezar el año!