miércoles, 25 de febrero de 2009

TABLÓN DE ANUNCIOS: Estupendo ciclo sobre autores de género negro en Salamanca


DE NEGRO
Autores de género

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JAVIER SÁNCHEZ ZAPATERO
ANTONIO MARCOS SÁNCHEZ

ÀLEX MARTÍN ESCRIBÀ

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Henning Mankell
Jim Thomsom
Dashiell Hammett

Arthur Conan Doyle

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Biblioteca Pública Casa de las Conchas
SALAMANCA

~ Febrero y Marzo de 2009 ~

Todas las sesiones a las 20 horas

Después de las ediciones de 2007 y 2008, en las que se repasaron las principales corrientes del género negro y se analizaron sus más emblemáticos personajes, la edición de “De Negro” de este año se plantea como un acercamiento a la obra de tres de sus más representativos autores. Henning Mankell, uno de los “superventas” del momento, mundialmente conocido por la saga de novelas protagonizada por el inspector Wallander, inaugurará el ciclo, en el que también habrá cabida para Jim Thomsom y Dashiell Hammett, dos escritores que configuraron con su producción el género negro. Mientras que el segundo, autor de obras como Cosecha roja o El halcón maltés, es habitualmente considerado uno de los “padre de la novela negra”, el primero es un escritor iconoclasta cuya aureola de maldito no ha de esconder el indudable atractivo de su obra. Las sesiones se complementarán con el visionado de la película La vida privada de Sherlock Holmes, con la que se ahondará en la figura del clásico detective y de su autor, Arthur Conan Doyle.

Henning Mankell, un clásico contemporáneo
(1ª sesión, 19 de febrero de 2009)
· Novela negra nórdica: bienestar y desencanto
· La globalización del crimen
· Kurt Wallander, un policía al margen de todo
Bibliografía de referencia: Asesinos sin rostro, La falsa pista, El chino…

Jim Thompsom, un clásico maldito
(2ª sesión, 26 de febrero de 2009)
· Cuando nadie es inocente
· El reflejo de la mente asesina
· Ecos e influencias: la larga sombra de Thompsom
Bibliografía de referencia: 1280 almas, El asesino dentro de mí, Al sur del paraíso…

Dashiell Hammett, un clásico hard-boiled
(3ª sesión, 5 de marzo de 2009)
· El nacimiento de la novela negra
· Los violentos años 20
· Sam Spade y el agente de la Continental, dos modelos de detective
Bibliografía de referencia: El halcón maltés, Cosecha roja, La llave de cristal…

Arthur Conan Doyle, un clásico policiaco
(4ª sesión, 12 de febrero de 2009)
· Proyección: La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970)
· Coloquio con el público

Javier Sánchez Zapatero es profesor e investigador del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca, institución en la que co-dirige el Congreso de Novela y Cine Negro. Es co-autor de varias monografías sobre género negro. Ha colaborado en diversos medios de comunicación y actualmente es crítico literario de La Gaceta de Salamanca.

Antonio Marcos Sánchez es periodista. Especialista en cultura, ha publicado diversos artículos de investigación. Ha trabajado en varios medios de comunicación y ha sido coordinador de los suplementos culturales Batuecas y Culturas, editados por Tribuna de Salamanca. Además, ha estado vinculado profesionalmente a la Semana Internacional de Cine de Valladolid y al Consorcio Salamanca Capital Europea de la Cultura 2002.

Àlex Martín Escribà es experto en género negro y co-autor de varias ensayos y monografías sobre el tema. Ha impartido clases en las universidades de Salamanca, La Habana y Grenoble. Es co-director del Congreso de Novela y Cine Negro que se celebra anualmente desde 2005 en la Universidad de Salamanca.

martes, 17 de febrero de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 3 de FEBRERO, para platicar sobre 'EL VESTIDO ROJO', de Robert Alexis

Este el libro elegido para la reunión del próximo 3 de Marzo.
Como de costumbre, la cita será a las 19.30 horas
en la biblioteca del IES Giner de los Ríos (León).
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EL VESTIDO ROJO
de ROBERT ALEXIS

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Sinopsis:
En un tiempo indeterminado, que podría situarse en los albores del siglo pasado, y en una ciudad sin nombre, que por las trazas pertenecería al imperio austrohúngaro, un joven oficial de la alta nobleza busca distraerse del tedio de la vida militar, a la espera de que su regimiento reciba órdenes de participar en una guerra insidiosa que se resiste a estallar. Un día, uno de sus soldados, un mujeriego inveterado, le presenta a una enigmática mujer italiana, una amante de una rara habilidad, capaz de seducir al libertino más consumado. Guiado por un impulso irrefrenable, el oficial emprende entonces un camino de descubrimiento que jamás habría imaginado. Como un fantasmagórico objeto de deseo, un delicado vestido rojo expuesto en un escaparate polvoriento encarnará la pasión amorosa con todos sus excesos, y el trágico antagonismo de la guerra hallará su eco en las turbulentas aflicciones del alma. El vestido rojo es una novela tan breve como hipnótica, un relato filosófico envuelto en un cautivante halo de misterio, una joya literaria con destellos de Schnitzler o Maupassant. Su prosa limpia y sencilla concita desde la primera página la complicidad del lector, que se dejará conducir en compañía del protagonista por los sombríos y turbadores laberintos de la pasión humana.
(En Salamandra)
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Y un comentario, en el blog (haz click:) Los libros le-idos:
Idea general:
Un relato breve que han editado como si fuera un libro. Historia en torno a un mundo secreto de aires victorianos con ciertas dosis de erotismo y obsesión.
Mi impresión:
Aceptable. Entretenido, sobre todo por su brevedad. El título viene a desvelar la parte final del libro, que causalmente no es la mejor narrada. No pretende ser creíble ni ser una auténtica reflexión sobre nada. Un entretenimiento casierótico pero austero.

ACTA de la 5ª SESIÓN, sobre 'EN EL CAFÉ DE LA JUVENTUD PERDIDA', de Patrick Modiano

CLUB DE LECTURA GINER

QUINTA SESIÓN

'En el café de la juventud perdida',
de Patrick Modiano


Al término de la quinta sesión (10 de febrero; invierno aún agazapado afuera; crisis sobrevolando por todas partes), los integrantes del Club debieron de sacar una conclusión por encima de cualquier otra: empieza a haber una relación de compensación inversamente proporcional entre el interés por la lectura propuesta y las aportaciones alimentarias. A menos fuerza del libro, más comida. Esa es la ecuación (un envite para Raúl y Cholo…).
Y empezó a caer el aluvión de repostería: orejas de carnaval -¿orejas otra vez? ¿no habíamos acabado así de taurinos en la sesión anterior?-; pastas de almendra sin trampa ni cartón -¡gracias, María Jesús!-; pan perdido (en correspondencia, Yolanda, con esa “juventud perdida”); teclas crujientes... En fin, se ve que en el inconsciente colectivo había, tras la lectura de Modiano, necesidad de endulzar el ánimo, un tanto agriado.

Item más, el escenario también varió. Se le ocurrió a Bernardino meternos en París con canciones y vistas de la Ciudad de la Luz y del Amor. Todo surtió efecto y la sesión se desarrolló sobrellevando con dignidad los avatares de una lectura que a casi todos se antojó un tanto disipada y sin energía. ¿A todos? No tanto… Lourdes se erigió en defensora de causas perdidas y rompió una primera lanza a favor de la novela. Su ambiente cosmopolita exigía precisamente eso, ese entrecruzamiento fugaz de relaciones que nunca terminan en nada. “Como nos ocurre a nosotros, habitantes de ciudad”, remató. Raúl diría luego que él no se reconocía en esa forma de vida. “Debo de ser un provinciano”, añadió lacónico… (alguien le pasó una dulce tecla para que su suspiro no llegase al patetismo, como se veía venir).
Antonio dio claves de ánimo que se agradecieron: libro exigente, moderno, que pide el concurso activo del lector para cerrar las historias a medias. Emma rubrica esta opinión y, como aquel P. Damián hizo en su día, emprende un honrado acto de confesión general en público: “Yo hice trampa, compañeros: pedí a Chus que me avanzara algo de lo que había leído y…”. Se le perdonó, aunque a la salida de la sesión, entre pasillos, hubo quien dijo que hiciera penitencia en forma de limosna gastronómica… Eso esperamos…

A partir de aquí, sulfatándonos escrupulosamente con miguitas de todo tipo (se impone agua o algo mejor para próxima sesión) todos fuimos soltando en tono menor invectivas, dicterios y razones en general por las que no acabábamos de sentirnos colmados por Modiano. Félix fue drástico (“Lo único bueno, el título”). Y luego dejó ver cómo todos en la novela escapaban de algo. “Nadie tiene casa, ¿os habéis fijado? Se pasan el día allí, en ese café, como fracasados”, eso dijo Chus entre pasta y pasta (y debió de pegársele la almendra a un empaste, ay, porque ya apenas dijo nada más). Por su parte, Bernardino más adelante se adhirió a la causa de Félix: “El título…, oficio de escritor… y poco más. Nada de profundidades… Pura postal tópica de París”. Cristina añadió razones vitales propias: “No conecté nunca con el libro. Quizás eso de que personajes de veinte años ya se sintieran fracasados no lo acepté bien”.

Comenzó entonces el juego de aproximaciones y semejanzas. Tomás habló de La colmena (y de Nada); pero Antonio y Félix no acababan de ver eso claro (Antonio luego apuntaría a El Jarama, de Ferlosio…). El propio Antonio plantearía que a pesar de la rica topografía parisina, llena de menciones exactas, en la novela primaban “lugares neutros”. Y, símbolo primordial de todos ellos, el propio café.
Loli varió la dirección de la sesión y se centró en Loki, el personaje misterioso. “Todos deslumbrados por ella”. Manolo incide en eso, y repara en cuestiones del primer capítulo que nos van descubriendo a esa Loki. Su episodio de ruptura con el marido le parece de lo más interesante del libro, sobre todo porque surgen reflexiones sobre la vida que trascienden el tono general de la novela. “Sí, sí –dicen a coro Graciela y Félix- pero ese detective no es creíble, eso de enamorarse de la clienta…”. Un mal profesional, voilá… (para sabueso detective, Félix, que entró en los mapas de Google a perseguir virtualmente los trayectos de la novela).

Antonio plantea de pronto si no se parecerá la novela en el fondo a El ardor de la sangre, precisamente por esa inconsistencia de las apariencias que… Carmen en este punto menea ostensiblemente la cabeza en dirección este-oeste, como si siguiera viendo mentalmente un partido de tenis. “¡En absoluto! Brutalmente opuestos”. Eso dijo. Y siguió tomando estas notas volanderas.

En todo caso, para Tomás es una novela sobrepasada, que ya ha perdido su razón a estas alturas de la Historia… salvo que haya otras razones desconocidas para nosotros respecto a la oportunidad de su publicación precisamente ahora. Ahí queda la conjetura…

“¿Y Janet”. Bernardino nos lleva a un personaje que podría haber tenido más interés. Poderosa, que influye en Loki… Sí, pero el escritor no parece estar por fijarse tanto en personajes como en mantener ese ambiente desvaído, dicen unas cuantas voces (Ana, Antonio…). Choni lo resume con ejemplar eficacia: “Lo que es importante no es lo que dice sino lo que refleja”. Y fuese por lo bien sintetizado que quedó esto –gracias, Choni!- o porque nos pilló a todos despegándonos del paladar secretamente restos de pastas, orejas y telas, se hizo un silencio largo.

Se plantea de pronto la posibilidad de que esté mal traducida. Cristina (nuestra Galatea ¿nuestra Gala Atea?) ha observado, en efecto, ambigüedades inconvenientes en ciertos pasajes que lee en voz alta. Siguieron más puntos de discusión y reflexión sobre la voz narradora, quién se escondería tras ella: “Hay trampa desde el momento en que habla un superviviente que parece que no tenía la juventud tan perdida”, dice Bernardino.

Así se fue pasando la sesión hasta las nueve. Asistimos varios al ritual del vino posterior y, emboscados en las sombras de la noche, iniciamos esa dispersión a semejanza de los protagonistas de la novela. Pero, ¡ojo!, nada de desesperaciones, amarguras ni fracasos… Todos despidiéndonos alegres hasta después del Carnaval tras votar por El vestido rojo (Robert Alexis, Salamandra). “Traed algo rojo ese día, chicos”, había dicho Carmen antes de despedirnos.

Traed lo que sea. Pero volved. Es estupendo este grupo, ¿no?

Hasta el día 3 de marzo

para hablar sobre EL VESTIDO ROJO, de Robert Alexis

OTROS TÍTULOS CONSIDERADOS:
La estepa infinita 1 voto
Mal de piedras 1 voto
Desgracia
La muerte lenta de Luciana B 1 voto

Sinopsis Temática

1.- La soledad de la gran ciudad (Lourdes: “También nosotros tenemos relaciones mécanicas, sin conocer a la gente que se cruza en nuestra vida.
2.- Vidas sin futuro y con un pasado que se oculta. El presente es un vacío del que se intenta escapar. (Félix)
El eterno retorno: Sensación que transmiten los personajes( Lourdes)
La vida “de verdad” es otra… (Manolo) cita esa frase del libro y le da un valor más general
• Metáfora existencial ( Antonio)
• Referencias a la obra de Carmen Laforet (Tomás) y (Antonio), que también busca semejanzas con Pedro Páramo, pero a la urbana. Más referencias: La colmena, Calle Mayor, Los golfos…, cine Dogma.

3.- Los lugares:
• ¿Tiene un significado que transcurra en París? París “otro personaje” Interesante hacer el recorrido de los paseos siguiendo el mapa ( Félix). Lo de menos es el lugar -la insatisfacción no está circunscrita a un lugar- (Antonio)
• El café lugar de refugio donde el solitario “ puede hablar “ ( Lourdes)
Pero ¿qué hacen en el café? ¿ ¿ leen o hacen que leen? ( Manolo )
El café es un lugar mental (Antonio)
• La atracción que algunos lugares ejercen sobre nosotros (Manolo)
• El cementerio que se cruza físicamente en vida ( Bernardino)

Personajes

1.- Perros perdidos
• Seres fracasados –(Loli) matiza “gente bohemia”, no fracasada- por las desgracias acaecidas en sus vidas. Gente de paso. Vidas en habitación de hotel, sin hogar, desarraigo ( Mª Jesús)
• Personajes negativos e insatisfechos, que buscan un ancla que no encuentran. Dificultad de identificarse con ellos. Vida sin asidero. Existencialismo. Final predecible: ¡podía haber sido 50 páginas antes! (Cristina)
• Pero hay gente que vive “en el filo”, que cambia su identidad (Lourdes) . Fantasmas, gente opaca, transeúntes (Tomás)
• “Perros perdidos” ya vaticina la señora Chadly ( Bernardino)

2.- El detective
• ¿Por qué no informa al marido? No está claro ( Yoli); toma partido ( Raúl); la comprende (Ana)
• Relato que más gusta a Félix y Lourdes

3.- ¿Qué hacemos con el marido? –apunta Graciela …. ¿qué responder?

Estructura
1.- Diversos puntos de vista
• Interesante planteamiento con “varias voces” (Lourdes)
• ¡Menos mal que también “ habla “ella misma! ( Cristina)
• Es una trampa, expone hechos parciales con partes que quedan “colgadas” (Emma)
• Novela llena de contradicciones ( Cristina)
• Obra poliédrica ( Antonio)

2.- Estilo
• Relato frío. Exige una labor de montaje, de “reelaboración” por parte del lector. Ganas de contar la historia al propio modo. Novela… escríbala usted mismo. (Antonio)
• Estilo “del escamoteo” (Tomás).

3.- Título
• Lo mejor el título. 3 palabras clave: café, juventud, perdida. ( Félix)
• Otra propuesta de título “ en el café de la insatisfacción “ ( Graciela)
• Importancia de la preposición EN.

Remate final

(Nemesio): “Creo que no lo voy a leer”

viernes, 23 de enero de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 10 de FEBRERO, para platicar sobre 'En el café de la juventud perdida', de Patrick Modiano

Nos emplazamos para el martes 10 de febrero
a la misma hora (19.30)
en la Biblioteca del IES Giner de los Ríos (León)
con una nueva lectura:

'EN EL CAFÉ DE LA JUVENTUD PERDIDA',
de PATRICK MODIANO


Una hermosísima novela sobre el poder de la memoria
y la búsqueda de la identidad

París, años 60. En el café Condé se reúnen poetas malditos, futuros situacionistas y estudiantes fascinados por la bohemia parisina. Y aunque la nostalgia de aquellos años perdidos parecería ser el tema central de la novela, Modiano le da un giro sorprendente. Porque ésta es también una novela de misterio. Todos los personajes, todas las historias, confluyen en la enigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Algunos la buscan, otros la aman, y para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo.

Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945). Está considerado uno de los mejores escritores franceses vivos, ha recibido el Premio Goncourt por La calle de las tiendas oscuras y el Premio de la Fundación Pierre de Mónaco por el conjunto de su obra. Anagrama ha publicado Un pedigrí y En el café de la juventud perdida, declarada por Lire la mejor novela francesa de 2007.

ACTA de la 4ª SESIÓN, sobre 'EL ARDOR DE LA SANGRE', de IRENE NÉMIROVSKY


ACTA:
CUARTA SESIÓN


'El ardor de la sangre'
de Irene Némirovsky


Justo en el día de San Obama, nos reunimos los "colectores" del club con la sangre no muy ardiente, pues además de la temperatura faltó combustible alimentario -¡tomemos nota!-, para engrasar una nueva sesión. Echamos de menos a compañeras: Graciela, Albina, Yolanda –que andaba cerca- y Charo, a la que desde aquí mandamos un saludo esperando que esté bien.

Se incorporan a la plática cinco nuevos miembros/as: Antonio, Raúl, Gloria, Ana y Cholo. Bienvenidos/as.

Aspecto animado. Casi ya multitudinario. De seguir así, dentro de poco lleno hasta la bandera Y habrá que poner el cartelito: "No hay entradas". Clarines y timbales. Comienza la sesión.

PRIMER TERCIO: VARAS
La pasión

Bernardino, que esta vez no venía de corregir sino de la "fisio", entró en corto y por derecho, recibió a puerta gayola, y así, a bocajarro y antes de acabarnos de acomodar, arreó: "¿La mujer en la novela es garante o perturbadora del orden social?". En el tendido se hizo el silencio. Pasada la estupefacción inicial, comenzó el debate por ahí. Algunos pensaban que de lo que trata la novela es de la PASIÓN, de ese furor juvenil desmentido y desacreditado luego en la meseta serena de la edad madura. Choni hizo una primera síntesis: "Si es que la cosa es simple, la novela explica lo que es la juventud. Luego se cambia con la edad, el impulso da paso a la reflexión". Y Ana apostilla: "La madurez representa el equilibrio, la verdad que niega lo que algún día se llegó a hacer de acuerdo con otra verdad".

La PASIÓN se presenta como única verdad -apunta Antonio-, el resto es muerte en vida. Así ocurre con Sylvestre, narrador y a la vez personaje muy implicado en la trama, como dice Tomás, "Y el nexo de todo", añade Choni. Loli lo explica muy bien: "¡Si es que este hombre estaba en todos los sitios!". Es decir, no sólo es omnisciente, sino también omnipresente. Pero le resultaba fácil, porque no paraba en casa; de joven viajando por el mundo y luego, siempre, invitado a todas partes.

¡Qué bueno aquí el comentario de Lourdes!: "Es incluso un invitado en su propia vida". Y es que Lourdes nunca se fió de Sylvestre, no como otros contertulios ingenuos que pensaron que era "el único bueno"... Sí, sí, ¡menudo tramposo! -¿verdad, Bernardino?- y además, revanchista y rencoroso, pues desvela el secreto de Hélène. Ana, muy espabilada, desde el principio se olió que tenía algo que ocultar. En resumen, acabaron apareciendo en el club dos sectores: por un lado, los escépticos y avisados (tendido 7) y los ingenuos (grada general). División de opiniones. En fin.

Raúl pronuncia por primera vez una palabra que se repetirá luego mucho: CONTRADICCIÓN. Unas veces la pérdida de la pasión se lamenta; otras, en cambio, se muestra esa ausencia de pasión como la verdadera fuente de felicidad, ¿en qué quedamos? Cristina entonces insiste: "Pero si ya no le gusta ese 'fuego, ¿cómo es que lo echa de menos?" ¡Este Silvestre no se aclara! Contradicción, contradicción y nada más que contradicción. En eso estamos…

Y vuelve Bernardino a encender motores: "¿Y es creíble la relación entre Sylvestre y Hélène?" "¡Qué va!, si ni cuando están solos dejan entrever eso que existió", este es Félix, que remata la faena así, con ese afarolado… ¡y eso que ya no traía muleta!

SEGUNDO TERCIO: BANDERILLAS
(de fuego, naturalmente)

La moral de los sitios ensimismados

Pero se aporta algo más: quizá sólo Silvestre, el más cosmopolita, el más viajado, era quien podía con cierta distancia "chismorrear" -¡qué verbo más bien elegido, Félix!- sobre esta región y sus gentes, tan bien dibujadas en el capítulo del café. Gente maliciosa, pero también interesada, como nos recuerda Tomás. Historias soterradas bajo una apariencia apacible, de cuento, añade Antonio. Bernardino lo resume así: "en las zonas rurales se vive hacia adentro". Apuntala Tomás: "en la lectura es fundamental situarse en esa sociedad cerrada, sitios ensimismados como el mundo rural de nuestros padres, donde todo fluía en aguas subterráneas y había un acuerdo tácito de silencio. Y, desde luego, una menor sanción social, que consentía todo tipo de relaciones, incluso barbaridades".

Cristina afina más y trata de la transgresión social y la importancia de guardar las apariencias, "y de ocultar el pasado", apunta Mª Jesús.

El coro se fue animando con el asunto de la moral. Loli , tajante, dice: "una cosa es la pasión y otra el adulterio; y esto es todo adulterio". Cholo despliega por fin la capa y entra al quite: "Sí, pero adulterio de segunda categoría, ¡con esos maridos! ¡No me fastidiéis!". Cristina matiza:"Ya, pero Colette tiene poca excusa". Ana apuesta de manera distinta: "Es fácil ser moral, si no te encuentras con la pasión". Cristina y Emma piensan que los únicos garantes de la moralidad - léase François, "modelo de rectitud" y Cécile- salen también bastante malparados. "Cécile –dice Emma- siempre sintiéndose rechazada ante su hermana en las fiestas, en los jolgorios…".

De pronto nos centramos en el personaje de Hélène, "mujer práctica -según Cristina- que olvida todo lo que no le viene bien, incluso a su propia hija". Esa crueldad llamó la atención de Mª Jesús. Bernardino despliega de nuevo el trapo y enciende al personal: "Pero de verdad, ¿creéis que amaba a su marido?"

"Hay varias clases de amor, no una sola, y los personajes de la novela parecen experimentarlos en distintas etapas de su vida", dice Ana. También Carmen opina algo similar en torno a eso mismo.

"¿Y Sylvestre? -se oye una voz en la grada- ¿sigue enamorado de ella?" "Claro, responde Antonio, por eso su vida ha perdido sentido".

ÚLTIMO TERCIO
La faena

"Parece que hubiera dos novelas en una: dos épocas, una totalmente buena y otra toda mala", dice Loli. Y hay un sentir general en que esto es así, cambia el ritmo, los acontecimientos se precipitan después de la apacibilidad de la primera parte. ¿Tendrá que ver con la propia redacción de la novela, que parece que pasó por un tratamiento desigual? Y aquí, como bravo espontáneo hasta ahora escondidillo, ataca Manuel: "¿Insinúas que no lo hizo ella? -¡Huy, qué mal pensados...!-. Quizá este cambio de ritmo se deba a eso, a que a la autora no le dio tiempo a revisar y pulir esta parte. En todo caso, dice Tomás, ¡qué bien dosificada está, qué bien controlada para ser tan breve…!"

También Manuel plantea si la autora, Irene Némirovsky, puede identificarse con el personaje de Brigitte, ya que en su biografía real hay datos paralelos: la "ausencia" materna, el principal. Y es cierto… ¡Vaya radiografía que estamos haciendo a la narración!

Sea como fuere, empiezan unos y otros a leer fragmentos, retazos… que vistos a esta luz –o sea, "a toro pasado", expresión más propia de esta redacción- ya dejan caer pistas… "¡Pero si toda la novela está llena de miguitas de pan que nos lo van poniendo fácil!", dicen Raúl, Bernardino, Manolo, Lourdes… Y seguimos encontrando ejemplos –ahora tan evidentes, sí- que certifican lo que nuestros sabuesos colectores ya han detectado (¡Elemental, querido Watson!).

Y como si se desempañara un cristal nublado, vamos viendo cada vez más claro esa duplicación de historias, paralelismo de personajes (Marc como alter ego de Silvestre; Colette y Brigitte, dignas hijas de su madre…).

Hay un fragmento leído en alto por Félix que perturba a la afición. Termina así: ...Ella parecía sorber, beberse mi corazón. Cuando la dejé marchar ya la quería menos. (Este final provocó que se viera flamear algún pañuelo blanco… ¿petición de oreja o congestión nasal?... Dejémoslo ahí). En cualquier caso, una vez leída la obra, ¿qué esconde este potente final? Quizá, como señala Félix, se valora menos a la mujer, una vez conseguida; quizás es sólo un lamento por el amor perdido o...

En todo caso, se aprovecha la reaparición de Silvio, a quien ya la afición tacha de revanchista y rencoroso, para dedicarle una bronca monumental (el decoro impidió que se oyeran pitos), pues sólo se acierta a explicar que nos cuente la intimidad de la perfecta Hélène por puro despecho. He ahí la verdadera faena de la tarde, que desmorona la vida en paz de una sociedad rural.

Hubo más cosas. Seguro. Pero hasta aquí hemos sabido llegar. Con la sangre ardiendo por tanta pasión y tanto engaño matrimonial y literario, nos despedimos, sin saber ya si éramos un club o una cuadrilla, sin nada que llevarnos a la boca y estrenando la nueva dirección de "Los Delfines" donde brindamos por el año recién abierto.. ¿La tapa? Naturalmente, oreja…

Nos emplazamos para el martes 10 de febrero a la misma hora con una nueva lectura: 'En el café de la juventud perdida', de Patrick Modiano... Recurrentes en la nostalgia estamos, es verdad… Y casi huele a naftalina… En fin, que alguien lleve un bandoneón para escupir un tango lacrimoso.

Y CON ESTO Y SIN BIZCOCHO
HASTA FEBRERILLO EL MOCHO.

ESTO ES TODO, AMIGOS


Lourdes, ¿merece esta faena salir por la puerta grande?....

martes, 20 de enero de 2009

PARA QUÉ LEER, un artículo de CONSTANTINO BÉRTOLO premiado por la Fundación Sánchez Ruipérez

RAZONES PARA LA LECTURA
Por CONSTANTINO BÉRTOLO


Constantino BértoloPara ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.

Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.

Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga).

Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pié quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.

Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.

Porque entre todos los libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.

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NOTA: Por este artículo, publicado en el diario Público, el 30 de mayo de 2008, CONSTANTINO BÉRTOLO ha recibido el IX Premio Periodístico sobre Lectura que otorga la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. El jurado se decidió a premiar este texto "por su reflexión sobre la lectura como un acto apasionado y contradictorio, donde es posible lo que en la vida es imposible".
Puedes leer aquí otro artículo del mismo autor, (haz click): ‘El editor como crítico frustrado: Constantino Bértolo en el I Encuentro de Crítica y Medios de Comunicación’.

Recordatorio


Amigos/as contertulios: os recordamos que tenemos una cita, HOY, martes día 20, a la hora acostumbrada, 19.30, en la Biblioteca del IES Giner de los Ríos (León), para comentar la novela "El ardor de la sangre". Os esperamos también ardientemente. Un saludo y hasta mañana.

NOTA: Las puertas (y las pastas) siguen abiertas a nuevos lectores y lectoras.

jueves, 8 de enero de 2009

PRÓXIMA REUNIÓN: el 20 de Enero, para platicar sobre 'El ardor de la sangre', de Irène Nemirovski


Pues eso, que la próxima cita es el día 20 de Enero
en el lugar de siempre
(la Biblioteca del IES Giner de los Ríos)
para hablar sobre la novela El ardor de la sangre,
de IRENE NEMIROVSKI

Novela inédita, corta, intimista, rural, bellísima. Apuntes autobiográficos incluidos por una autora de culto: Irene Némirovsky. Letras que han permanecido en la sombra sesenta años, en los recovecos de un baúl, escondidas por la autora, quien fuera asesinada por los nazis. Palabras de la humanidad recuperadas. Descarnada narrativa publicada por Salamandra, ciento cincuenta y ocho páginas de un acierto editorial histórico. Libre voz, provocadora, transgresora. Signos tallados por las manos de una mujer valiente. Párrafos de tonos subidos por el arte depurado. Novela iniciática para seguirla descubriendo. Fluidos memorísticos del amor. Recuentos de alguien que bien podría ser uno de vosotros, lectores y lectoras de esta página, si ahora camináis por el otoño de la vida.
(Lo hemos tomado de —haz click:— Oswaldo Paz y Miño)

Biografía de Irène Nemirovski: recibió una educación exquisita, aunque tuvo una infancia infeliz y solitaria. Tras huir de la revolución bolchevique, su familia se estableció en París en 1919, donde Irène obtuvo la Licenciatura en Letras en la Sorbona. En 1929 envió su primera novela, David Golder, a la editorial Grasset, dando comienzo a una brillante carrera literaria que la consagraría como una de las escritoras de mayor prestigio de Francia. Pero la Segunda Guerra Mundial marcaría trágicamente su destino. Deportada a Auschwitz, donde sería asesinada igual que su marido, Michel Epstein, dejó a sus dos hijas una maleta que éstas conservaron durante decenios. En ella se encontraba el manuscrito de Suite francesa, cuya publicación en 2004 desencadenó un fenómeno editorial y cultural sin precedentes: la novela se tradujo a treinta idiomas, obtuvo numerosos premios —entre ellos el Premio Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido— y fue uno de los libros más leídos en casi todos los países donde se publicó, con más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo. En España fue galardonada con el Premio del Gremio de Libreros de Madrid y también cosechó un sorprendente éxito comercial, con más de 90 mil ejemplares vendidos en España y Latinoamérica.


Y con retraso... el ACTA DE LA 3ª REUNIÓN: 'La lámpara de Aladino', de Luis Sepúlveda

TERCERA SESIÓN DE LECTURA
'LA LÁMPARA DE ALADINO', de Luis Sepúlveda

Nos reunimos en el día previsto (martes, 9 de diciembre, ya oscurecido) el equipo lector habitual con dos añadiduras a las que dimos la bienvenida: Loli y unas pastas caseras, compactas y contundentes (tenían manteca pro-colesterol) que Félix había traído de algún lugar del Edén. ¡Gracias!
Ausencias por diversidad de causas: Albina (correcciones de exámenes y posterior neurosis), Charo (embarazo avanzado), Yolanda (sujeta a ventanilla laboral). Todas, pues, justificadas.

Inició la sesión Choni, que ya planteó un sentir común inicial: el libro no había acabado de llenarla a pesar de lo agradable de su lectura; habló del relato Cena con los poetas muertos como el que más le había gustado, por el mensaje moral que encerraba… “y su valor didáctico”, Lourdes dixit.

Loli habló ya de un estilo distintivo sudamericano y con una cierta vena revolucionaria. Félix apostó aún más fuerte: le había encantado el libro: su mundo lleno de imágenes y la galería de personajes (náufragos, fronterizos, apátridas….) así como los lugares y emplazamientos de los relatos (islas, jungla…). Él ve dos vertientes: lo americano y lo europeo, ejes que dan cierta unidad al libro. Destacó ya “Hotel Z”. El propio Félix (“¡Elemental, querido Watson!”) había rastreado las menciones topográficas a las que se alude, que son, en efecto, reales. Insistió en el fiel reflejo de la Patagonia: viento, frío, conchas, yerbas, indígenas patagones… desolación. También el lenguaje deja caer expresiones de allá (“petisa”, “piolar”…).

Cristina rompió una piadosa lanza y destacó el optimismo y la consideración de “buenas personas” que los personajes tenían. Se detuvo más en el personaje de “Historia mínima”.

Tomás ya incide en la carencia de originalidad, sin que ello haya de ser menoscabo, pues todos los cuentos parecen ya leídos, asentados en otras narraciones ajenas, y hasta llegó a hablar de un lenguaje un tanto sobrepasado (puso ejemplo en el primer párrafo del primer cuento).

Lourdes derivó directamente al mundo de las mujeres del relato. “Personajes sin consistencia, espectros”, así los definió. Luego se ratificaría con pormenores esta afirmación de Lourdes.

Manolo destacó el ritmo. Aludió a “Ding dong, ding, dong son las cosas del amor” y leyó un ejemplo descriptivo donde la morosidad estaba muy bien expresada. También aludió a la relación entre el vino y el amor, presente a través de ese mismo relato. Asimismo, destacó “La isla” por su tono poético. Sobre este relato, surgen distintos pareceres sobre el sentido verdadero del amor de la pareja: Cristina confiesa que se sintió molesta ante la actitud del protagonista, que la deja sólo porque ella no acepta someterse al papel de amante convencional. Esta opinión supuso posiciones controvertidas de unos y otros sobre el asunto. Cuando empezó a rozarse el cotilleo vil, hubo un sagaz golpe de timón. Y a otra cosa, mariposa.

Al surgir el tema de la relación de estos relatos y el cine, se habló de la película “Historias mínimas”, de Adolfo Arostaráin como posible referente. Ello llevó a tratar con más detalle la vinculación entre Sepúlveda y el cine (lenguaje, estructura de los relatos, etc.). Fue entonces cuando Bernardino rompió su voto de silencio (“Es que yo vengo de corregir”, adujo) y abundó en que una de las claves de la lectura del libro podría ser precisamente ésta: su talante cinematográfico (planos, contraplanos, zoom…). Bernardino se embaló. “Más que una copia de otros relatos, el libro es una serie de homenajes a otros autores, incluso al mismo Sepúlveda, en la primera historia y en “La reconstrucción de la catedral”, que recuerda a su novela Un viejo que leía novelas de amor. También desvela que acaso hay que saber entender el lenguaje del autor, lleno de deliberados excesos, mezclas, descuidos… Todo oficio.

Item más, roto y bien disipado ya el voto de silencio, Bernardino –paradójicamente— apuesta por el relato más breve (¡esa sí que es un verdadera historia mínima!): “El árbol”. Nos hace ver los valores de un relato que parecía haber pasado inadvertido. Luego Lourdes apostaría por este relato sobre los demás.

Para terminar, entre pasta y pasta, se jugó a defender por cada lector un relato del libro. Resultó que “Hotel Z” obtuvo cuatro votos; “La porfiada llamita de la suerte”, tres. Y con dos votos se rescataron “Historia mínima” y “El árbol”. Era una manera distendida de abordar la traca final.

Terminada la sesión, pareció congruente ir a despedirnos a “Los delfines”. Su dueña, Rosi, es peruana y el local, en efecto, hacer frontera entre dos calles… talmente un lugar en tierra de nadie, como esos relatos recién saboreados.

Y así quedamos citados en el lugar de costumbre para el día 20 de enero con la novela El ardor de la sangre, de Irene Nemirovski. Es deseo de este dúo amanuense miniador el desearos que paséis las navidades de las dos únicas maneras posibles:
Bien o en familia.

Felices días. Y la nieve sigue cayendo, casi asustada y pidiendo excusas, sobre la ciudad…

jueves, 4 de diciembre de 2008

Próximas lecturas


Id pensando en proponer alguna lectura para la próxima reunión. ¡Y defendedla, compañeros & compañeras!

lunes, 1 de diciembre de 2008

ACTA de la 2ª SESIÓN, sobre 'SOSTIENE PEREIRA', de Antonio Tabucchi



CLUB DE LECTURA "GINER"

2 ª SESIÓN - NOVIEMBRE

Nos hemos vuelto a reunir por segunda vez. Ha sido el 18 de noviembre, de nuevo en la biblioteca del IES Giner de los Ríos, a las 19'30 horas. El otoño está bien entrado ya y todavía ruedan hojas locas por las calles.

Dos noticias importantes: se incorporan cinco miembros más al Club Giner y Carmen lleva una caja de pastas. Ninguna de las dos novedades es desdeñable.

El Club, así, queda constituido por Carmen, Emma, Félix, Choni, Graciela, Manuel, Tomás, Chus, Albina, Lourdes, Bernardino, Yolanda y Charo (y la caja de pastas, mudo testigo siempre tan alerta a lo que decíamos, allí plantada, aún indemne…)

Se habló de la lectura pactada, la novela Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Intervenciones múltiples y en todos los sentidos hasta que nos dieron las nueve de la noche. Aquí reproducimos en síntesis lo que dio de sí:

Graciela abrió el fuego haciendo observar el tono entristecido de muchos elementos del libro: el propio personaje, la ciudad de Lisboa, las descripciones… Saudade, saudade… Parece ser que esos datos orientarían decisivamente la lectura.

Pero pronto apareció el asunto de la voz narradora ("¿de dónde viene esa voz que narra, quién es ese que siempre comienza así "Sostiene Pereira…?", sostuvo Félix. Se opinó de todo. Hubo incluso quien pensaba que Sostiene era el nombre propio de Pereira (risas de todos).

Se estuvo en principio de acuerdo en que quedaban cosas colgando, sin determinar, lo que hacía perder verismo a la narración. Hasta que Bernardino hizo reparar en el epílogo que Tabucchi añade, y que resolvería el detonante de la gestación de la novela: una experiencia personal que el autor no olvidó. Añadamos a eso el subtítulo de la propia novela (Una declaración) como explicación de esa forma de contar en diferido. El asunto dio para bastantes intervenciones.

Sostiene Bernardino que la novela es abierta desde el momento en que aparecen tantos autores como pretextos (Maiakovski, Daudet, Balzac, Pessoa…) Eso parece querer arrastrar al lector a otras escrituras. Él lo demuestra y trae el relato de Daudet que Pereira reseña en su periódico. Lo lee. El final ("Viva Francia") está en conexión –sugiere Tomás- con la resolución del protagonista de huir a ese país.

Los personajes de la novela. Graciela reparó en Cardoso, que le parece el verdadero motor del cambio de actitud de Pereira. Para ella, el más interesante. Carmen planteará que quien le parece jugar ese papel en la sombra es Marta, la verdadera activista. Monteiro en cambio es –sostienen Chus, Bernardino, Emma- un hombre sin demasiada personalidad: un "chapuzas", como su primo Rossi, rematará Bernardino. "Un cantamañanas", apostilla y sostiene Félix.

Sostiene Manuel que es interesante observar de continuo esa doble visión de la realidad en un régimen opresor como era Portugal en 1938. El periodista se entera de lo que ocurre más por los personajes (camarero, señora del tren…) que por cauces más oficiales. Todos convinimos en que eso era natural. Bernardino sostiene que es lo típico de cualquier dictadura: el alienamiento individual, la pérdida de identidad, etc.

Tomás sostiene esta otra observación: Pereira necesita "confesores" con que desahogarse para pedir consejo… Primero, el retrato de su mujer (o sea, un muerto); luego, un cura, el P. António; por último, el médico Cardoso, que le pide que "frecuente el futuro". He ahí la evolución del personaje de Tabucchi.

Hubo otros aspectos sobre los que planteamos más o menos opiniones personales. Charo y Yolanda merodean en torno a la actitud de Pereira antes del desencadenante de la acción: ¿Qué impele a actuar a Pereira? ¿Por qué antes no? ¿No se enteraba de lo que estaba pasando? ¿Le daba igual? ¿Era cobardía? ¿Conformidad? Se plantea una discusión sostenida [sic] sobre el asunto.

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En torno a las nueve de la noche se levanta la sesión (y, por fin, la tapa de la caja de las pastas) no sin antes acordar buscar un libro que no esté en el contexto de las dos lecturas hasta ahora tratadas (El lector y Sostiene Pereira). Estuvimos de acuerdo de inmediato en postergar la lectura prevista (El hijo del acordeonista, de B. Atxaga). Tras barajar títulos –siempre narraciones-, Graciela propuso como lectura para el 9 de diciembre un libro reciente: La lámpara de Aladino, de Luis Sepúlveda. Aceptado todo por unanimidad, con un sí colectivo sulfatado por miguitas de pastas a diestro y siniestro… Y ese fue el colofón. Luego, el vino en el bar cercano de Rosi (no, no de Monteiro Rossi).

Hasta el día 9 de diciembre, compañeros lectores /-as del Club Giner.

A propósito de 'Sostiene Pereira' de Tabucchi, un cuento de Alphonse Daudet: 'La última clase'

NOTA: Bernardino ha encontrado el cuento de Daudet que Pereira traduce del francés en la página (haz click:) Ciudad Seva.

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La última clase
(Relato de un niño alsaciano)



Por Alphonse Daudet

Aquella mañana me había retrasado más de la cuenta en ir a la escuela, y me temía una buena reprimenda, porque, además, el señor Hamel nos había anunciado que preguntaría los participios, y yo no sabía ni una jota. No me faltaron ganas de hacer novillos y largarme a través de los campos.

¡Hacía un tiempo tan hermoso, tan claro! Se oía a los mirlos silbar en la linde del bosque, y en el prado Rippert, tras el aserradero, a los prusianos que hacían el ejercicio. Todo esto me atraía mucho más que la regla del participio; pero supe resistir la tentación y corrí apresuradamente hacia la escuela.

Al pasar por delante de la Alcaldía vi una porción de gente parada frente al tablón de anuncios. Por él nos venían desde hacía dos años todas las malas noticias, las batallas perdidas, las requisiciones, las órdenes de la Kommandature, y, sin pararme, me preguntaba para mis adentros: "¿Qué es lo que todavía puede ocurrir?"

Entonces, al verme atravesar la plaza a la carrera, el herrero Watcher, que estaba con su aprendiz leyendo el bando, me gritó:

-No te molestes tanto, muchacho; todavía llegas a la escuela bastante a tiempo.

Me pareció que me hablaba con sorna, y entré sin aliento en el patio de la escuela.

De ordinario, al comenzar la clase, se levantaba un gran alboroto, que se oía hasta en la calle: los pupitres, que abríamos y cerrábamos; las lecciones, que repetíamos a voces todos a un tiempo, tapándonos los oídos para aprenderlas mejor, y la ancha palmeta del maestro, que golpeaba la mesa:

-¡Silencio! ¡Un poco de silencio!

Yo contaba con este jaleo para deslizarme en mi banco sin ser visto; pero precisamente aquel día todo estaba tranquilo como la mañana de un domingo. Por la ventana, abierta, veía a mis compañeros alineados en sus sitios, y al señor Hamel, que pasaba y repasaba, con su terrible palmeta bajo el brazo. No hubo más solución que abrir la puerta y entrar en medio de aquel inmenso silencio. ¡No les digo si estaría avergonzado, ni el pánico que tendría!

Pues bien: ¡no! El señor Hamel me miró sin cólera y me dijo dulcemente:

-Siéntate pronto, hijo mío; íbamos a comenzar sin ti.

Me monté sobre el banco, y en seguida me senté al pupitre. Fue entonces cuando, algo recobrado de mi pavor, eché de ver que el maestro se había puesto su hermosa levita verde, su chorrera rizada y el gorro bordado de seda negra, que sólo sacaba los días de inspección o de distribución de premios. Además, la clase entera tenía un no sabía qué extraordinario, solemne; pero lo que me sorprendió más fue ver en el fondo de la sala, en los bancos que solían quedar desiertos, unos cuantos viejos sentados, silenciosos como nosotros: el anciano Hauser, el antiguo alcalde, el cartero viejo y otros cuantos. Todos ellos parecían tristes, y Hauser había llevado un silabario, roído por los bordes, que sostenía en las rodillas abierto, con las gruesas gafas entre las páginas.

Mientras yo hacía estas extrañas observaciones, el señor Hamel se había subido a su tribuna, y con la misma voz grave y dulce con que me había recibido, nos dijo:

-¡Hijos míos!, es el último día que les doy clase. Ha llegado de Berlín la orden de que no se enseñe más que el alemán en las escuelas de Alsacia y Lorena... El maestro nuevo llega mañana. Hoy es nuestra última lección de francés; les suplico que pongan toda su atención.

Estas cuatro palabras me trastornaron por completo. ¡Miserables! Esto es lo que nos preparaban con el bando de la Alcaldía.

¡Mi última lección de francés! ¡Y yo que apenas sabía escribir! Entonces, ¡yo no lo aprendería nunca! ¡No pasaría de ahí! ¡Cómo me reprochaba a mí mismo el tiempo perdido, los novillos que había hecho para ir a nidos o a patinar sobre el Saar! Mis libros, que hacía poco me aburrían tanto y tanto me pesaban en la mano, mi Gramática, mi Historia Sagrada, ahora me parecían viejos amigos, de quienes me costaría mucho trabajo separarme. Lo mismo que el señor Hamel. La idea de que iba a marcharse, de que ya no lo vería más, me hacía olvidar los castigos y los palmetazos.

¡Pobre hombre! Se había puesto su traje bueno de los domingos en honor a la última clase. Ahora ya comprendía también por qué estos viejos del pueblo habían venido a sentarse en lo último de la sala. Parecía que sentían no haber venido más a menudo; era también una manera de dar las gracias al maestro por sus cuarenta años de buenos servicios, de ofrecer sus respetos a la patria que se marchaba con él...

Estaba en este punto de mis reflexiones, cuando oí que el maestro me llamaba. Me había llegado el turno. ¡Qué no habría dado yo por poder decir de un tirón aquella terrible regla del participio, muy alto, muy claro, sin una sola falta! Pero a las primeras palabras me embrollé, y allí me quedé, de pie, balanceándome en el banco, con el corazón en un puño y sin atreverme a levantar la cabeza. El señor Hamel me iba diciendo:

-No te riño, pobrecito; bastante castigado estás... Pero, mira, las cosas son así. Todos los días nos decimos ¡Bah!, tengo tiempo, ya estudiaré mañana, y luego, aquí tienes lo que pasa. ¡Ay! Ésta ha sido la gran desgracia de nuestra Alsacia: dejar siempre su instrucción para mañana. Ahora esa gente tiene derecho a decirnos: Pero ¿cómo? ¿Pretenden ser franceses y no saben hablar su lengua? De todo ello, tú no tienes mucha culpa; todos nosotros tenemos muchas cosas que echarnos en cara. A sus padres no les ha importado gran cosa verlos instruidos; les parecía mejor mandarlos a trabajar la tierra o a las fábricas, para reunir unos cuantos céntimos más. Y yo mismo, ¿no tengo algo que reprocharme también? ¿No les hacía muchas veces regar mi jardín en vez de estudiar? Y cuando quería irme a pescar truchas, ¿me violentaba algo para mandarlos a paseo?

Y después, de una cosa en otra, el señor Hamel llegó a hablarnos de la lengua francesa, diciendo que era la lengua más hermosa del mundo, la más clara, la más sólida; que era preciso guardarla entre nosotros y no olvidarla nunca, porque cuando un pueblo cae en la esclavitud, si conserva bien la lengua propia, es como si tuviera la llave de la prisión1. Después cogió una gramática y nos leyó la lección; yo estaba asombrado de ver cómo lo comprendía; todo lo que decía me pareció fácil, facilísimo. Acaso fuera que nunca había escuchado con tanta atención y que tampoco él había puesto tanta paciencia en sus explicaciones. Se diría que el pobre quería infundirnos todo su saber antes de marcharse, que nos lo quería meter de golpe en la cabeza.

Cuando hubo terminado la lección pasamos a la escritura. El maestro nos había preparado modelos nuevos, sobre los que había escrito con una hermosa letra redonda: Francia, Alsacia, Francia, Alsacia. Parecían banderitas que ondeaban por toda la clase, colgadas como de un mástil sobre nuestros pupitres. ¡Era de ver cómo nos aplicábamos todos! ¡Qué silencio! No se oía más que el rasguear de las plumas sobre el papel. Por la ventana entraron zumbando unos abejorros; nadie paró en ellos, ni siquiera los pequeñuelos, que no levantaban cabeza, trazando sus palotes con tanta afición como si fueran francés también.

Sobre el tejado de la escuela, las palomas se arrullaban dulcemente; al oírlas me preguntaba: "¿Las obligarán también a arrullarse en alemán?"

De vez en cuando levantaba los ojos de mi plana y veía al señor Hamel, inmóvil en su silla, mirando fijamente los objetos a su alrededor, como si quisiera llevarse en la mirada toda su escuela. ¡Figúrense! Desde hacía cuarenta años estaba allí; en el mismo sitio, con el patio enfrente y la clase siempre parecida; sólo los bancos, los pupitres, se habían lustrado, bruñidos por el uso; los nogales del patio habían crecido, y la enredadera, plantada por su mano, festoneaba las ventanas y subía hasta las tejas. ¡Qué tortura debía ser para aquel pobre hombre dejar todas estas cosas y oír a su hermana, que trajinaba en el piso de encima haciendo las maletas!... Porque debían partir al día siguiente, ¡irse de su tierra para siempre!

Sin embargo, aún tuvo ánimos para darnos la clase de cabo a rabo. Después de la escritura dimos la lección de historia; más tarde, los más pequeños cantaron juntos el ba, be, bi, bo, bu. Allá en lo último de la sala, el viejo Hauser se había puesto los espejuelos, y, con la cartilla abierta, deletreaba a coro con ellos. Se veía que también él se aplicaba; su voz temblaba de emoción y era tan gracioso oírlo, que teníamos ganas de reír y llorar a la vez. ¡Ay! ¡Siempre me acordaré de esta ultima clase!

En esto, el reloj de la iglesia dio las doce; después, sonó el Ángelus. En el mismo momento, los sonidos de las trompetas de los prusianos, que volvían de la instrucción, estallaron bajo las ventanas. El señor Hamel se levantó de su asiento completamente demudado; nunca me había parecido tan grande.

-Hijos míos -dijo-; hijos míos... Yo..., yo...

Pero algo lo ahogaba, y no pudo terminar la frase.

Entonces se volvió hacia la pizarra, cogió la tiza y, calcando con todas sus fuerzas, escribió en trazos tan gruesos como pudo:

"¡VIVA FRANCIA!"

Y allí se quedó, la cabeza apoyada contra la pared. Y, sin hablar, nos hacía con la mano señas que querían decir:

-Se ha acabado... Salgan.

FIN

— - —

CAMBIO en el libro para platicar en la próxima reunión: 'La lámpara de Aladino', de LUIS SEPÚLVEDA


Hemos cambiado el libro de la proxima reunión
(9 de diciembre, a las 19.30 horas
en la biblioteca del IES Giner de los Ríos)
,
será La lámpara de Aladino
de Luis Sepúlveda.
Se puede ver un comentario sobre el libro en el blog de (haz click:) Antonio Martínez Asensio.

martes, 18 de noviembre de 2008

CARTA de JOANA T. con grato mensaje sobre la película 'El lector'

Hola,
Me ha gustado mucho vuestro blog. Ojalá todos los clubs de lectura fueran tan generosos abriéndose así en el tiempo y el espacio.
Quería únicamente añadir un comentario y no he encontrado dónde: de El lector se acaba de hacer una adaptación cinematográfica protagonizada por Kate Winslet y Ralph Fiennes (¡nada menos!).
Se habla de ello en la web de la actriz:
http://www.katewinslet.es/
y el trailer puede verse en:
http://www.apple.com/trailers/weinstein/thereader/

Gracias de nuevo, y seguimos en contacto.
Joana T.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

INTERESANTE ENTREVISTA al escritor alemán BERNHARD SCHLINK

Miércoles, 4 de Mayo de 2005

BERNHARD SCHLINK:
"Cuando uno toma distancia, es más fácil ver los matices"
El autor habla sobre los perturbadores dilemas éticos que derivan de El lector, una novela que aborda el nazismo desde una perspectiva diferente

Por Silvina Friera
La complejidad de las secuelas que dejó el nazismo en la sociedad alemana es la columna vertebral de El lector (Anagrama), novela que se publicó en 1995 y que pronto se convirtió en best seller cuando Oprah Winfrey la recomendó en su popular programa de televisión. Como Michael, ese chico de quince años que se enamora de una mujer de treinta y seis sin saber que ella fue guardiana en un campo de concentración, Bernhard Schlink busca un sitio para la comprensión y la condena, pero sabe que las dos cosas al mismo tiempo no pueden coexistir. El escritor alemán, que además es juez y profesor de derecho, escribió esta deslumbrante novela para reflexionar sobre ese pasado, a la luz de un puñado de dilemas éticos. La única certeza es que juzgar a los que cometieron delitos de lesa humanidad no eximía a toda una generación –la del propio Schlink– de la vergüenza. "Lo más inquietante para la humanidad son los problemas éticos de la moral", asegura Schlink, que hoy se presenta en la Feria del Libro, a las 18.30, en la sala Leopoldo Lugones.
Su interés por la ética es producto de una herencia familiar que el escritor alemán fue alimentando con sus búsquedas personales: su padre era un teólogo protestante; su madre, calvinista, había estudiado teología. La paradoja de Schlink es que estudió derecho "porque un abogado siempre debe llegar a un resultado y no puede perder el tiempo en discusiones filosóficas o literarias", pero se dio cuenta de que algo le faltaba. Y a la hora de ajustar cuentas, descubrió que la literatura también ayuda a mirar la realidad, disparando dilemas éticos perturbadores, como en algunos de los cuentos que integran el volumen Amores en fuga y en el ciclo de novelas protagonizadas por el detective Selb. Schlink potencia y extrema los dilemas éticos en El lector, novela que será llevada al cine por Anthony Minghella (director de El paciente inglés). Michael Berg, un adolescente de quince años enfermo de hepatitis, es ayudado en la calle por Hanna, una mujer que tiene treinta y seis y trabaja vendiendo boletos en el tranvía. Entre ellos comenzará una relación amorosa que incluye un ritual: Michael le lee en voz alta Emilia Galotti, de Schiller, y Guerra y Paz, de Tolstoi, entre otros libros. Hasta que un día, sin previo aviso, ella se va de la ciudad. Años después, Michael concurre al Palacio de Justicia como estudiante avanzado de derecho, para seguir las alternativas de un juicio contra un puñado de mujeres que habían trabajado de guardianas en un campo de concentración. Ahí es cuando se reencuentra con Hanna. Ella es una de las acusadas.
Mientras sigue las sesiones del juicio y escucha cómo esas mujeres siguen presas del embrutecimiento con el que vivieron como un hecho cotidiano la cámara de gas, descubre que ella es analfabeta. La vergüenza es una palabra clave en esta ficción: la sienten Michael y los jóvenes estudiantes de abogacía –respecto del pasado nazi– y Hanna, que no busca defenderse porque prefiere ocultar su condición de analfabeta. El mayor dilema de Michael –que aunque la ama no duda de que ella debe ser condenada– es si debe hablarle al juez para informarle por qué esa mujer no comprende lo que le preguntan, por qué no puede formular lo que piensa ni sabe explicarse bien. Schlink dice que todo libro es autobiográfico, pero cuando se le pregunta si hubo una Hanna en su vida o qué aspectos de su experiencia aparecen reflejados en la ficción, Schlink sonríe con timidez y señala: "No me parece importante aclarar qué cuestiones son o no autobiográficas".
–Durante el juicio, Hanna le pregunta al juez qué habría hecho en su lugar. ¿Qué le respondería a Hanna si le hiciese a usted la misma pregunta?
–Es una pregunta que involucra, según el caso, al juez o a los lectores. Yo no sé qué diría (piensa)... nada está demasiado claro, es una situación más complicada de lo que parece, porque cuando se formula semejante pregunta es demasiado tarde para acordarse de la ética. Y aun cuando sabemos lo que está bien o mal, eso no significa que será fácil hacer lo bueno o lo correcto.
–¿Tanta vergüenza genera el analfabetismo en Alemania?
–Sí, no sólo es un problema de los países del tercer mundo; en los países industrializados de Europa hay altas tasas de analfabetismo: un tres por ciento de la población alemana es analfabeta; lo que ocurre es que no lo queríamos aceptar. Los analfabetos sienten tanta vergüenza que hacen todo tipo de trucos para ocultar su condición, como comprarse el diario cada mañana y sentarse en un café a hacer de cuenta que lo leen. O si en la calle se pierden y no saben dónde están dicen que se olvidaron los anteojos y que por eso no alcanzan a leer el cartel.
–¿Hanna sólo puede redimirse cuando aprende a leer y escribir?
–Creo que ella no se redime porque no puede enfrentar el mal que ha hecho, aunque aprenda a leer. Quizá comprende mejor lo que hizo y por eso no lo soporta. Pero no estoy demasiado seguro de por qué ella se suicida. Mientras estuvo en la cárcel se había retirado tanto del mundo y de la sociedad, que ella no sabía si iba a ser capaz de dar una vuelta de tuerca tan radical en su vida como para volver a enfrentar el mundo. La misión de un autor es escribir un libro y no interpretarlo (risas). Yo también trato de interpretar, me pregunto "qué pudo haber pasado si..."
–¿Hubo cuestionamientos por la relación amorosa entre un joven de quince años y una mujer de 36?
–Sí, sobre todo en Estados Unidos. Estuve en un diálogo con Oprah Winfrey y toda la primera parte de la entrevista se trató el tema del abuso sexual. En Alemania, en cambio, muchos me dicen que no es una historia de amor normal y me parece una observación muy linda para pensar qué es una historia de amor normal. Es un hecho que, desde el punto de vista de la ley, ella estaría abusando del chico, pero yo no veo a Hanna como una corruptora de menores. El personaje tiene 15 años y no es un niño, es un joven mucho más maduro de lo que parece. Pero también creo que tenemos que saber lidiar con las cuestiones no normales de la vida y del mundo.
–Michael dice que su generación sintió mucha vergüenza por el nazismo ¿Cómo lo vivió usted?
–Para mí y para todos los de la segunda generación después de la guerra, el nacionalsocialismo era una historia del terror o del horror, pero nuestros profesores, o incluso nuestros parientes, aquellas personas que admirábamos y queríamos de alguna manera habían sido parte de este horror porque permitieron que sucediera. El problema que plantea el libro es el problema de mi generación: esas personas que cometieron monstruosidades no necesariamente eran monstruos. Creo que sería mucho más fácil vivir si aquellos que cometen cosas monstruosas tuvieran caras de monstruos. Esto no sólo se puede aplicar a Alemania, me parece que es una experiencia similar a lo que ocurrió en Argentina con la dictadura militar.
–¿Qué repercusión tuvo el libro en la sociedad alemana, teniendo en cuenta que usted presenta a la guardiana del campo de concentración con un rostro muy humano?
–Sí, hubo muchas controversias. La memoria acerca del nacionalsocialismo lleva más de cincuenta años y esto hace que se vaya transformando y adoptando formas diferentes. En algún momento lo más importante era juzgar de manera clara, pero en la medida en que uno se va distanciando temporalmente es más fácil ver los matices. Mi libro se publicó justamente en un momento de quiebre entre un período en el que sólo se buscaba juzgar y otro en el que se necesitaba la distancia para mirar. Y creo que mi novela ha aportado algo a este cambio, generó un sentimiento hacia esa complejidad: quienes participaron del nazismo y cometieron monstruosidades no son necesariamente monstruos.
–¿Por qué vuelven a reaparecer los grupos neonazis?
–El tema tiene una gravitación mucho más importante en las zonas de la antigua República Democrática. Los jóvenes que se querían rebelar contra el sistema comunista del este se decían neonazis como una forma de cuestionar al sistema. La diferencia principal con el nacionalsocialismo de la década del 20 y del 30 es que los grupos neonazis no atraviesan todos los estratos sociales; los neonazis de los noventa son jóvenes desempleados que quieren expulsar a los extranjeros. Pero en la medida en que consiguen un trabajo y logran estabilizarse abandonan este tipo de posturas. Están unidos sólo por un conjunto de eslóganes como "Alemania tiene que volver a ser grande", "los extranjeros tienen que irse", pero no tienen un programa.

martes, 4 de noviembre de 2008

INAUGURATIO: ACTA de la 1ª SESIÓN


CLUB DE LECTURA GINER
INAUGURATIO

Inicia su andadura el Club de lectura “Giner”

El martes, 28 de octubre de 2008 —curiosamente regidos y auspiciados por los números 2 y 8— comenzamos nuestra ¿aventura?.

Nos reunimos 8 personas —otra vez el 8—, cinco vinculadas al Centro: Tomás, Graciela, Cristina, Mª Jesús y Carmen y otras 3 ajenas a él: Emma, Chony y Bernardino.

  • Se hace una breve exposición sobre nuestros intereses y objetivos, que son muy simples: encontrarse periódicamente para charlar sobre un libro seleccionado y leído previamente. Ni más, ni tampoco menos.
  • El hecho de que las reuniones se realicen en el IES Giner de los Ríos no significa que la actividad esté circunscrita al Centro. Al contrario, el club tiene una vocación abierta y están invitados cuantos lectores quieran acudir.
  • Para facilitar la comunicación y la difusión de nuestras actividades se ha creado una cuenta de correo, clubginer@gmail.com y un blog, clubginer.blogspot.com.
  • El libro que se había seleccionado para iniciar este proyecto es El lector de Bernhard Schlink.
  • Pensábamos que esta primera reunión iba a ser una mera toma de contacto, pero como todos habíamos leído el libro excepto una persona, pasamos directamente al ataque y.... en amena charla comentamos muchas cosas sobre el libro y es que... tiene mucha miga.

¿Qué dijimos?

1.- ¿Fue una buena elección?
  • Sí por unanimidad. Es un libro que engancha, no es difícil de leer, es sintético, no tiene paja, sorprende porque da muchos giros narrativos y, aunque según algunos, es lento al inicio, incluso anodino, luego sorprende con una profundidad inesperada.
  • Aunque es breve y aparentemente fácil, es un libro seguramente de gestación larga y muy meditado.

2.- ¿Qué hemos visto en él?

La relación ¿amorosa?

“… una seducción que no emanaba de los pechos, las piernas y las nalgas, sino que era una invitación a olvidar el mundo dentro del cuerpo”
  • La mujer (deseada, amada) como espejo en que se refleja el hombre y en el que vuelca sus inquietudes.
  • Una relación que casi anula todas las demás vivencias y sobre todo a las demás mujeres.
  • Es una vez más el tópico de la iniciación sexual de un adolescente con una mujer madura, frecuente en el cine, sobre todo italiano.
  • En cualquier caso, ¿resulta verosímil al lector?
  • Una relación desigual, una relación de poder y sometimiento, un ancla ante una vida muy limitada.
  • ¿Realmente había enamoramiento?
  • Tres etapas en la vida de un hombre: adolescencia, juventud y madurez y cómo están marcadas por una relación ¿sentimental?, ¿amorosa?, ¿simplemente sexual?
“ Los estratos de nuestra vida reposan tan juntos los unos de los otros que en lo actual siempre advertimos la presencia de lo antiguo y no como algo desechado y acabado, sino presente y vívido.”

La vergüenza ...

“ Luchaba siempre y había luchado siempre, no para demostrar a los demás de lo que era capaz, sino para ocultarles de qué no era capaz”

... y la culpa

“...Y si no era culpable por traicionar a una criminal, sí lo era por haber amado a una criminal”
  • ¿Puede más la vergüenza personal que la enorme culpa histórica?
  • ¿Hay culpa en amar al culpable?
  • Sólo es verdugo el que se ve en la coyuntura de serlo, y los que los juzgamos, en la misma coyuntura, ¿habríamos sido también verdugos?
“A ver ¿Qué habría hecho usted en mi lugar?”
  • Los alemanes juzgaron a sus criminales y así se limpió de culpa toda una generación y también las siguientes.
  • Se contrapone el caso alemán al español, donde no ha habido esa depuración.
  • La indiferencia —¿anestesia?— del verdugo ante el horror.
Los personajes

  • Salvo el protagonista y Hanna, son anecdóticos.
  • Tibieza de un padre intelectual distante al que sólo acude como profesional de la filosofía.
  • Las otras mujeres se despachan en pocas líneas, incluso su hija y su madre.
Hanna
  • Impregna todo con su olor y su historia.
  • Extrañas e inexplicables reacciones: en el tranvía, por ejemplo.
  • ¿Tenía una vida aparte de su relación con el protagonista? En todo caso, muy limitada por su analfabetismo.
  • Establece siempre relaciones con seres jóvenes y débiles.
  • ¿Por qué se abandona en la cárcel? Se plantean dos hipótesis:
a.- pese a su esfuerzo, no recibe las cartas que esperaba de él.
b.- saber leer la conduce a libros sobre campos de concentración y se vuelve consciente de la magnitud de su culpa.
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Comentamos todos estos aspectos, otros muchos flotaron en el aire o se quedaron en el tintero de nuestros pensamientos sin aflorar.

Muchas preguntas y muchos dilemas morales plantea esta novela tan sencilla a simple vista. Quizá resurjan en nuestra próxima reunión, cuando Graciela —y quizá algún otro lector que no haya podido acudir a este primer encuentro— nos exponga su visión.

  • El próximo encuentro será el martes, 18 de noviembre a las 19.30 horas con un nuevo libro: Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi.
  • Y si queréis ir adelantando tarea, el martes, 9 de diciembre charlaremos sobre El hijo del acordeonista de Bernardo Atxaga.
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Un saludo a los participantes
y a los lectores desconocidos .... os esperamos en la próxima reunión, ¡animaos!

Si queréis poneros en contacto con nosotros, os recordamos nuestra dirección de correo electrónico clubginer@gmail.com

Y vuestros comentarios serán bienvenidos en nuestro blog clubginer.blogspot.com